Opinión

DESGRACIADO ACCIDENTE

Día 24, víspera de la festividad de Santiago Apóstol. Fue en una curva en el lugar de Antrois, que dista sobre cuaro kilómetros de la estación de Santiago de Compostela. ¿Las causas del accidente? Según la caja negra parece ser que fue por exceso de velocidad. En cualquier caso, con 79 fallecidos, más de 30 accidentados graves y entre ellos cuatro niños. ¿Cómo calificar este accidente? ¿De horrendo, terrible, desastroso? Los reportajes que nos han ofrecido las cadenas de televisión y prensa son lo suficientemente expresivos para mostrarnos la magnitud del desastre.


A veces parece como si el avance de la tecnología lo fuera como los medicamentos. Lo que es bueno para una cosa, no lo es par ala otra, por eso de las contraindicaciones. La historia nos dice que en el año 1795 se construyó el primer ferrocarril de tracción animal; en 1814, la primera locomotora a vapor; después de la Segunda Guerra Mundial, la tracción diéses y eléctrica. En 1966, empezó a funcionar en Alemania el tren más rápido de Europa, alcanzando una velocidad superior a los 200 km/hora hasta llegar a 1970 en el que Japón llevó a feliz término el sistema turbotrén con velocidad entre 190 y 250 km/hora. Después de esto hemos llegado a la alta velocidad que permite velocidades comerciales superiores a los 200 km/hora en primera generación y de más de 260 km/hora las de nueva creación con valores máximos de hasta 350 km/hora.


En la multiplicación de factores que inciden en la tecnología, pese a sus espléndidos logros, estamos en la era de la prisa, del estrés, de llegar antes que el contrario, del dicho frecuente: 'Oye, esto rápido que lo pidió el director', del fax. Uno en elemental reflexión se pregunta: ¿Este desastre viajero hubiera alcanzado esta magnitud con el ferrocarril de tracción animal o de vapor? Dice el refrán 'vísteme despacio que tengo prisa'. Y como quiera que estamos en la era espacial, no sería de extrañar que esté en proyecto mejorar la velocidad ferroviaria hasta alcanzar los 500 km/hora. A modo de epílogo diré que aun cuando mi residencia está en A Coruña viajo con frecuencia a mi Ourense natal por razones familiares y afectivas. Conservo el último billete del tren Avant de fecha reciente, 15 julio último. Durante una temporada viajaré en autobús hasta que consiga olvidar -cosa difícil- la curva letal. ¿Qué podemos hacer por los fallecidos, por los que están en estado grave, por los familiares en angustiosa situación? ¡Implorar, implorar, implorar!

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