Opinión

Volver a echar las redes

Un año más, la fecha de San José nos hace volver la mirada hacia las vocaciones y, en concreto hacia los seminarios que en cada diócesis cultivan la espiritualidad de jóvenes que desean llagar al sacerdocio. Y el tema es apremiante por cuanto ha cambiado notablemente el ambiente en general hacia la vida consagrada.

Los últimos datos del Anuario Estadístico Eclesiástico 2020 -recientemente publicado- nos muestran que casi el 60% de los candidatos al sacerdocio en el mundo se encuentran en África y Asia. Parece que, en pleno siglo XXI, no está de moda en Europa que un joven decida entrar al Seminario para llegar a ser sacerdote. 

Ciertamente, echando un vistazo rápido en nuestro país, podemos comprobar que el número de seminaristas en España es muy inferior al de hace unas décadas; los magníficos edificios pensados como Seminarios están casi vacíos y la tendencia a seguir cayendo en un desconocido precipicio parece no modificarse. 

Sin embargo, sin negar la realidad, sobran motivos para la esperanza. Cuanto mayores son los retos que se nos presentan, más son las iniciativas que surgen para paliar esta situación con la certeza de que Dios sigue llamando a muchos jóvenes a entregar la vida en la apasionante vocación al sacerdocio. Frente a una sociedad que parece agotarse y no ofrecer nada significativo, la originalidad de la propuesta cristiana como alternativa puede ser cada vez más atrayente.

Como Iglesia, no vamos a conformarnos con administrar la escasez, sino que deseamos ser cauce de nuevas vocaciones. Por ello, seguiremos “abriendo caminos” y “lanzando las redes” para ayudar a los niños y jóvenes de esta nueva sociedad a descubrir que no hay mayor alegría que gastar la vida en el servicio a Dios y a los demás. Así lo mostraba un estudio de la Universidad de Chicago publicado por la revista Forbes hace unos años. En él aparecían en el primer puesto, entre las personas más felices por las profesiones que desempeñan, los sacerdotes católicos. 

No falta quien piensa que en la nueva Europa y en nuestra sociedad española concreta no hay necesidad de curas. Incluso algunos afirman que el sacerdocio católico no es una “profesión” con futuro, sino que -como dicen también de la Iglesia- pertenece al pasado. Quienes sostienen esto se olvidan de algo a lo que no pueden hacer frente: el corazón humano siempre tendrá necesidad de Dios, aun en medio del dominio tecnológico del mundo. Ese Dios vivo necesita hombres que vivan para Él y para llevarlo a los demás. Por eso, siempre tendrá sentido ser sacerdote. Mientras el mundo exista necesitará sacerdotes, hoy, mañana y siempre. Por eso, volveremos a “echar las redes” con alegría y esperanza, siendo testigos creíbles de que es posible ser cura y ser profundamente feliz en el mundo contemporáneo. 

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