Opinión

Paralelismos en la historia

Era media noche y Miguel Primo de Rivera, capitán general de Cataluña. 12 de septiembre de 1923. La burguesía catalana, con razón o sin ella, andaba a meter miedo en el cuerpo de la peña ante una futurible rebelión anarco-bolchevique. Manuel García Prieto presidía un gobierno débil, y el militar ya había mostrado maneras cuando solicitó una declaración del estado de guerra y finiquitar con ello los desmanes de la clase obrera y el terrorismo anarcosindicalista. Completan el cuadro, el desastre de Annual y la actitud claudicante ante Abd el-Krim que los militares atribuían al sistema parlamentario.

Miguel Primo de Rivera, proclamaría así el estado de guerra, con los militares en las calles de Cataluña. A las 2 de la madrugada, anunciaba la formación de un Directorio Militar, que contaba -eso dijo- con el beneplácito del rey ; así lo cuenta el historiador israelí Shlomo Ben-Ami. El militar, quería un parlamento “verdaderamente representativo de la voluntad nacional”, sin partidos políticos. Al rey, de vacaciones en San Sebastián, le costó una eternidad regresar, y cuando lo hizo, fue para recoger la renuncia presidencial, ante la negativa suya a convocar a las cortes. Alfonso XIII, nombra a Primo de Rivera, Jefe del Gobierno y Presidente del Directorio Militar. Según Ben Ami, el rey era favorable desde hacía años a las tendencias absolutistas.

El pasado domingo, Pilar Urbano en El Mundo, relató lo que muchos sabíamos de oídas, y que a ella, según dice, se lo contó Suárez: que el alma del 23F fue el Rey. A Suárez lo abandonaron todos, la derecha de Fraga, quien se posicionaba como heredera del tinglado; la izquierda, deseosa de meter; los militares, molestos con las formas de la aventura democrática; la Iglesia, contrariada con las amenazas legislativas. Suárez se creyó presidente. Las conspiraciones eran reales y tremendas. El presidente más abandonado de la democracia. Y de repente Tejero, el Rey, el 23-F, y Suárez que se crece; donde dije digo, digo Diego, de dimitir nada. En la última foto, juntos caminando de espaldas, Suárez ya no era.

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