Opinión

No más remiendos con la Ponte Maior

La Xunta de Galicia y el Concello de Ourense, anuncian una inversión de un millón de euros para la “puesta en valor” de nuestra envejecida Ponte Maior y su entorno. En una primera fase, se llevarán a cabo mejoras estructurales, como son la iluminación, la calzada y las canalizaciones, así como trabajos de mantenimiento.

La segunda fase se centrará en acondicionar y embellecer el entorno del puente, llegando hasta la capilla de los Remedios.

Según la conselleira de Medio Ambiente, Territorio e Infraestructuras, los informes técnicos señalan que el estado estructural del puente es bueno.

Desconocemos dichos informes, pero mucho nos tememos que van a obviar los trabajos realmente estructurales, porque creemos que no hay que ser muy lerdo para ver que esta milenaria obra está necesitada de un verdadero repaso integral del material base del que se compone, o sea la piedra, sus condiciones, estado de sus encajes (o, mejor, desencajes), erosiones y desgastes superficiales, juntas excesivamente abiertas, tratamientos adecuados antifungicidas e impermeabilizantes, condiciones físico-químicas, estado de los núcleos, filtraciones, etc., etc.

Y es que, señores, por no saber no sabemos –no lo sabe nadie– el estado real en que se encuentra la cimentación de la pila central, porque desde que la construyeron los romanos, ¡hace más de 2.000 años!, nadie pudo averiguarlo.

Las sencillas limpiezas llevadas a cabo, siempre tarde y a regañadientes, no solucionaron en ningún momento el nocivo enraizamiento de la vegetación.

Entre los trabajos imprescindibles a realizar estaría la eliminación de las chorreras visibles originadas por la humedad, evitando el ennegrecimiento del dovelaje por este hecho, y también por la contaminación; estudiar remedios para la piedra degradada y en proceso de meteorización; aplicación de herbicidas, consolidantes e hidrofugantes; estudio de la estabilidad de toda la fábrica; etc.

Ya no hablamos de obras mayores, e igual de necesarias, como dotar definitivamente al monumento del conveniente zampeado del lecho del río, para afirmar el terreno natural y proteger las bases de la erosión de las aguas, etc.

En fin, seamos serios y preocupémonos de verdad por nuestro envejecido y maltratado monumento, orgullo de los ourensanos y admiración de extraños.

Hagamos las cosas con otro nivel, con otras cifras y con otras ambiciones, tal como requiere la envergadura de este magnífico monumento de España, como se hizo, por ejemplo, hace poco con el puente de Córdoba.

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