Hay un dicho que reza que “el político, como el pez, muere por la boca”. Si lo aplicamos, en la actual Corporación Municipal quedarían pocos peces. Y eso que estos días tienen trabajo con eso que canta el villancico: “Pero mira como beben los peces en el río…”. Que en este caso habrá que cambiar la letra por “pero mira como insultan los peces en el río…”.
Nos estamos refiriendo al último episodio vivido en el pasado pleno municipal, el ordinario correspondiente a diciembre, un mes, por otra parte, que por eso de coincidir con las fiestas navideñas, todo el mundo debería repartir paz, alegría, bonhomía, felicidad, buenos deseos… Pero ese grato clima de convivencia no se ha instalado aún en la Casa Consistorial. Será a lo mejor por eso por lo que este año se ha demorado hasta casi el límite de la Navidad la colocación de las luces en la vía pública, que son un elemento de ornato que contribuye a aportar su granito a esa calidez que requieren estas fiestas tan entrañables.
De seguir esta dinámica, acabaremos haciendo un diccionario o un léxico específico para las sesiones plenarias municipales en el que figuren expresiones como “terrorista”, “mamarracho”, “desclasada”, “tergiversadora”, “gusano”, “payaso”, “baboso”, “alimaña”… por poner algunos epítetos de los utilizados en la dialéctica y oratoria de los munícipes en el fragor de los debates. Claro que junto a cada vocablo, hay que añadirle el significado específico que se le quiere otorgar cuando se pronuncia el mismo, y que no siempre podemos interpretar fielmente tal y como se recoge en nuestro DRAE.
Otra opción sería instalar un dispositivo que se activase con un sonido de bocina cada vez que un edil pronuncia una expresión fuera de lugar. Lo que pasa es que posiblemente serian sesiones “bastante sonadas”.
Confiemos en que en lo que queda de mandato municipal y de cara al nuevo año, al menos se suavicen tales expresiones y que se obvien improperios impropios de unos representantes públicos que tienen que actuar con ejemplaridad.
