Opinión

Saber estar en el templo

El niño bien educado, en el templo, se porta con profundo recogimiento y respeto; evitará correr para tomar asiento antes que otros o meter ruido acomodando la silla”. “Las personas que se distraen mirando a todos lados y hablan durante el sacrificio de la Misa, faltan al respeto debido a Dios y escandalizan a los espectadores”. “Debe permanecer con edificante modestia y compostura. Su traje debe ser honesto, su actitud devota y humilde”. Estos entrecomillados corresponden a consejos que se incluían en manuales de urbanidad de finales del siglo XIX y primeros del siglo XX, y estaban dirigidos exclusivamente a niños y niñas (cada uno con su propia cartilla).

Pero también en otros preceptos o reglas de cortesía se hacía referencia al comportamiento del ciudadano en el templo: “Guardad silencio, o al menos hablad poco y en voz baja; descubríos; caminad con paso lento y grave”, se decía en otro texto del 1800.

Los tiempos, obviamente, han evolucionado, pero el respeto y la educación es algo inherente a la persona, hoy y en tiempos pretéritos. Aunque en esto a veces parece que ha habido una involución.

El saber estar en sociedad define nuestra personalidad y siempre hay que mantener en todo tiempo y lugar un comportamiento decoroso, como por ejemplo cuando asistimos a un templo. De hecho, la Vicaría de Pastoral de la diócesis, en la entrada de estos recintos, cuelga una nota titulada: “El templo es un lugar sagrado. Respeta el clima de silencio, viste de forma adecuada”. En la misma se recogen unas cuantas pautas de comportamiento, siendo la primera relativa al uso del móvil, para que se apague o silencio -que es lo que hay que hacer en cualquier acto sin que nadie nos lo tenga que recordar-. Textualmente dice “para hablar con Dios no lo necesitas y evitas molestar a los demás”. Tremenda razón.

Otros consejos hablan de llegar con puntualidad, saludar a los demás con discreción o vestir de forma adecuada. Lo mismo que hay que hacer cuando participamos en otros eventos de la vida social. Y por supuesto, alude a cómo hacer correctamente la genuflexión, y si no se puede, una inclinación; en la oración comunitaria respetar las posturas corporales “pues oramos y expresamos que somos comunidad también en la armonía de los gestos: de pie, de rodillas, sentados…”. Y en las celebraciones litúrgicas “no salgas hasta que el que preside se retire a la sacristía o termine el canto final”.

A buen seguro que muchas personas cuando acceden a una iglesia no se han percatado de la existencia de estas recomendaciones que, por otro lado, parecen obvias para la gente educada.

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