Opinión

Cayetana, la nueva Celia Villalobos del PP

No dos maracas, no; dos porteños (si quiera por el acento); uno a la izquierda, otro a la derecha, para que la Presidenta del Congreso, Meritxell Batet, catalana ella de la gauche divine, nos cante una canción (¡quien fuera Machín!) en los días de gloria de parlamentarismo que vamos a padecer.

En la mano izquierda, Gerardo Pisarello, tucumano, morenito, bajo, de apellido italiano, diputado por Barcelona, comunista perdido cuya más alta hazaña fue querer arrancar enfurecido, histérico, una bandera de España del balcón del ayuntamiento de la ciudad condal. Parece un montonero. Dante (nada que ver con Alighieri, no se lleven a engaño, salvo que haya salido del infierno) tiene apellido Fachin (no le acompaña tanto como al fantasmal Rufián, pero todo llegará).

En la mano derecha, Cayetana, madrileña educada en Argentina, rubia, delgada, muy distante, un palo que camina, de apellido español y ojos azules, liberal perdida (perdida en el liberalismo) cuyo más alto activo en el PP es el resultado electoral en las últimas elecciones generales por Barcelona: un solo escaño, el suyo (el portavoz del Senado, Maroto, tiene menos aún, o sea cero: al parecer el mérito en el PP, para que te hagan algo, es que la gente no te vote).

El castrochavista tucumano que recaló en Barcelona para explicarnos a los españoles que España no existe y si existiera debe ser eliminada del mapa, animó a los catalanes votar en el process del 1-O y a votar sí. Sí al golpe de estado. Sí a la secesión. Sí a todos los delitos que diga la Sentencia del Tribunal Supremo que fueron cometidos. Y sí, últimamente, al parecer, a Pedro Sánchez. Parece que iba a ser Ministro ¡de España! de ese gobierno que al final se frustró. Si le dejan suelto, este señor acaba con el país.

Cayetana chocará con Fachiendi en todo eso, y chocará frontal. Pero en otras cuestiones no chocará con Don Dante, así le asomen el rabo y los cuernecillos. En temas como la eutanasia, el derecho a la vida, en cuestiones de género, no es previsible que se oponga a la maraca izquierda. Ha dicho Cayetana que en temas como el aborto hay que dar libertad de voto para que los diputados voten en conciencia. En el mejor de los casos, es impropio de una persona con estudios. ¿Pero es que alguna vez los diputados no votan en conciencia? Incluso cuando aceptan la disciplina del grupo, esa aceptación es consciente y decidida, y la conciencia les dice que deben votar como un solo hombre, con el grupo. El voto siempre, pues, es en conciencia. O debería serlo. Si lo que se dice es que el PP debe dar libertad de voto para que sus diputados puedan votar que sea lícito y legal abortar a niños por el mero hecho, pongo por caso, de tener síndrome de Down, entonces lo que se dice es una inmoralidad en toda regla. 

No se puede uno lavar las manos ante un exterminio legal y decir que cada uno haga de su capa un sayo, cuando esa capa es un niño y ese sayo es un cadáver. Quitarse de en medio a un a un hijo porque va a ser diferente es terrorífico, y hay que decirlo alto y claro, y no es cuestión de que cada uno vote lo que le venga en gana sino de que el partido, a cuya lista cerrada y bloqueada elegimos, tenga una posición indubitada en ese tema, y la cumplan todos sus diputados, su portavoz la primera. Lo demás es engañar a los electores. Que se lo explique Casado a Cayetana, que ahora es portavoz. Tiene de lo contrario la maraca derecha el riesgo de convertirse en una especie de Celia Villalobos (¡horror, horror!) que cambie el deje chabacano y el hablar ordinario y deleznable de la exministra aquella por el patín argentino y la finezza propia del marquesado ilustrado, pero con un contenido similar. Porque no se trata solo de cambiar las formas. Para una Villalobos con estudios, no hacía falta este viaje (el animal que lleva las alforjas, tratándose de Celia, me lo callo).

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