Opinión

¡Ahí va ese “abuseitor”!

Hay paletos con denominación de origen, como el orujo gallego. Y los hay industriales, como el matarratas que a veces uno vomita, por más que lleve contra-etiqueta numerada. Hay paletos entrañables, rústicos, de pueblo, caseros vaya; y hay paletos urbanitas, de fábrica, de cadena de montaje, de asfalto, para entendernos.

Estos puñeteros paletos, que a mí me producen una jaqueca que no veas, clandestinos de la “L”, desertores de la ESO, usurpadores de la pensión de los abuelos, suelen desplazarse en Seat León, Golf, Clio o similar, segunda mano: 3.000 pavos con las llantas, vamos. Y no respetan ni a dios si se le ocurre bajar y darse un garbeo por sus fueros. Y sus fueros –los de los paletos, digo- son las carreteras comarcales, los pasos de cebra, el carril bici –si lo hay- y los arcenes. Hacen las curvas tangentes, las rectas circuitos, y en las paradas del bus montan las asistencias. Ahí, mientras esperan a sus poligoneras, aprovechan para revisar los tattoos y el volumen de su claxon.

Son multitud, a pesar del desajuste demográfico. Suelen fumar –un buen paleto siempre fuma emboquillado- y despachar por la ventanilla las cajetillas vacías, y los gargajos. De cuando en cuando, ponen contra el viento el cenicero y hacen limpieza. No se cortan ni con bosta, porque suelen vivir en barrios donde los alcaldes humanizan las aceras para conseguir su voto, y en donde, los más culturizados, escriben con aerosoles sus mejores pensamientos: “Viva llo”. Los hay incluso más sofisticados: “Sexo anal al capital”, les mola ser tonto-flauta de “Jodemos”. Otros, que no saben lo que esnifan, ponen: “Galiza ceibe”. O destrozan las señales y reescriben: “En galego”. Paletos comprometidos, oiga.

Un buen paleto de asfalto debe llevar un escape bien ruidoso, justo para anunciar las pocas nueces del cubicaje de su cerebro. Los frenos -con sistema “ahí va ese”-, siempre los aplicará en el último momento. En el semáforo, en ámbar, hará luces al de adelante, por si estuviera despistado, y saldrá picando caucho hasta la bandera negra, buscando clasificarse para la Organización Nacional de Trasplantes. De lo estridente, la música que lleva, ha parecer que suena en otra parte. Y, como piensan con el venoso, en las rotondas, siempre se harán la picha un hueco. 

Anteayer, que hacía muy buen día, se me ocurrió salir a pasear en bicicleta. Y vi toda esta fauna carroñera apostada a uno y a otro lado de la vía. Meten miedo, os lo juro, esta panda de abuseitor. 

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