Opinión

Que cuatro patas para un país patas arriba

Dijiste media verdad? Dirán que mientes dos veces si dices la otra mitad’ Qué grande Antonio Machado. Y qué mezquinos estos cuatro mentecatos: Fernando VII le hizo menos daño a España. Simuladores de (in)decencia, cantamañanas de la Carta magna, éstos –a diferencia de Fania All-Stars- solo saben rebuznar: ‘Quítate tú pa’ ponerme yo’. Y cocearse unos a otros.
Mariano, el hostigado, al que todos hacen bullying, el que se queda solo en el patio del juego de tronos, con el mantra de ser el más votado bajo el brazo, que no lo da a torcer aunque se lo arranquen, pero que es incapaz de consensuar un acuerdo; ni de dejar chutar a otro así sea de su propio banquillo.

Sánchez, el rompepelotas, el pelmazo, el gritón que insulta -‘indecente’, le dijo ante las cámaras- a su oponente, el obstinado en perseguir la aniquilación propia y la de todo su equipo. El que hace bueno incluso a Rubalcaba. El que corre y corre por los extremos sin pasársela a nadie, cuando más que una pelota es una patata caliente que le pondría la victoria a los pies, si supiese esperar la ocasión de tener ángulo. 

Riverita, el ingenuo, que no hace más que calentar en la banda; al que se le va la fuerza por la boca aunque diga una coherencia como un estadio: que le va a pedir al Rey que convenza a Pedro Sánchez para que se abstenga y salga elegido Rajoy ¡Anatema!... Con el rey solo pueden hablar los directivos del PP –que lo hace a través de su emisario particular, La Razón-: ‘El Rey podría proponer disolver las Cortes si nadie opta a presidente’, o sea, ‘puede Ud. no proponer a nadie Majestad –le insinúan- para que Rajoy no quede con el culo al aire’.  

Pablito, el driblador, que va de astuto. Y, como el juego de las siete y media –un juego vil que no hay que jugarlo a ciegas- se merece esta astracanada: ‘Y el no llegar da dolor, / pues indica que mal tasas / y eres del otro deudor. / Mas, ¡ay de ti si te pasas! ¡Si te pasas es peor!’ Hay una lucidez extrema en la demagogia extrema, pero es con luz y taquígrafos como se deben exponer los argumentos. Y no ir al Parlamento a refrendar los amaños -maletines en forma de cargos públicos- pactados de antemano.  

Así pues suplico a los políticos que en sus líos  no me metan, y ,si me metieron, me saquen, baturrillos, badulaques… (Quevedo lo dijo en una décima contra Juan Pérez de Montalbán de modo mucho más simpático). Una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad, decía Goebbels. Y una verdad repartida –lo digo yo- no es más que una porción de la mentira. Y estos mienten más que rebuznan. España les importa un carajo.

Te puede interesar