Opinión

Las inversiones

La ministra de Fomento, como todo gobernante que se precie, presume de capacidad de gestión, en general, y de la relativa a las obras del AVE a Galicia, en particular. Sólo ha incorporado el manual de respuestas para ministros, que cada titular deja en el cajón de la mesa cuando abandona el puesto. Debe ser lo único que dejan, pues los sucesores se quejan siempre de la herencia. El caso de Ana Pastor no es excepción y a renglón seguido de cantar las excelencias inversoras de su departamento, añade un lote de críticas a su antecesor, el lucense José Blanco.

Nada que objetar a las críticas de la ministra hacia sus rivales políticos, pero nobleza obliga admitir que fue el otrora todopoderoso hombre del PSOE el que comenzó a mover el cotarro, porque tanto su predecesora la ínclita Magdalena Álvarez, como el excorreligionario de doña Ana, el también extodopoderoso Álvarez Cascos, no movieron un dedo por esta infraestructura que pasase de mandar papeles y estudios de una mesa a otra.

Avanza, por tanto la adjudicación de tramos salvo, la estación de Ourense, proyecto sacado a concurso en tiempos de Blanco y adjudicado a Norman Foster, en cuyo equipo para la ocasión formaron parte expertos ourensanos.

El diseño, la ubicación y tal vez más cosas, nunca fueron aceptados por el PP, que apuesta por el soterramiento. Luego vinieron las elecciones, el triunfo popular y el reverdecimiento del debate. La propuesta de esta formación se topa con el grave problema de encarecer el proyecto, en momentos en que en otras ciudades -Vigo, sin ir más lejos- se metió la tijera a fondo para aligerar el costo, lo que dejaría en difícil situación a la ministra a la hora de explicar el agravio a la Ciudad Olívica. Luego ¿a qué esperamos? Como tantas cosas: a que pase el 21-O.

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