Los magos

Publicado: 03 ene 2025 - 07:41 Actualizado: 03 ene 2025 - 07:41

Una leyenda sitúa el final de los Reyes Magos en el reino de Saba. Allí perecieron como mártires y sus restos fueron rescatados por Santa Elena, quien los trasladó hasta Constantinopla y luego a Milán. Y ya en el siglo XII , Federico I “Barbarroja” los trajo hasta Colonia, en Alemania, donde hoy reposan sus coronas. En honor a ellos se construyó la catedral gótica de esa ciudad, que junto a Roma y Santiago, se convirtió en uno de los puntos principales de peregrinación cristiana durante la Edad Media en Europa. En ese período se los consideraba como santos.

Sin embargo, la historia de los Reyes Magos nace de una escueta cita en el Evangelio de Mateo. Allí se los relaciona con Herodes y la profecía de Miqueas, que apuntaba a Belén como el lugar de nacimiento del Mesías. Pero aparte de eso, hasta los posteriores Evangelios Apócrifos, la tradición de los reyes que llegaron de Oriente apenas se desarrolla.

Tampoco cabe pensar que fueran reyes o magos, sino astrólogos o astrónomos persas relacionados con el zoroastrismo. Quién sabe. Lo que está claro es que en la Biblia no se citan ni sus nombres, ni cuántos eran, ni qué regalos traían. Eso vendrá más tarde.

Por ejemplo en el siglo VI, en un mosaico de la Basílica de San Apolinar el Nuevo, en Rávena. Allí aparecen nombrados tal y como hoy los conocemos. También se fija su número, tres figuras que oportunamente representan para la Iglesia las tres razas conocidas por la cristiandad; la europea, la asiática y la africana, que vienen a adorar al niño dios en su Epifanía. Es decir, el día de su presentación ante los paganos. Y así, hasta hoy.

Un principio infalible de la tradición es la capacidad para acumular y transmitir belleza. Una belleza sedimentada que despierta en nosotros una emoción de secreto agradecimiento. Como dicen los italianos con indulgencia: “se non é vero, é ben trovato” o “aunque no sea cierto, está bien compuesto”. Y el artificio de la Noche de Reyes, entre el 5 y el 6 de enero, hunde sus raíces en el sustrato más profundo de las ilusiones infantiles. Es la primera maravilla.

Y, al mismo tiempo, también es la gran mentira. Cuando finaliza el artificio, porque algo no cuadra o porque alguien habló más de la cuenta, finaliza también la edad de oro de la inocencia.

Hoy la mentira es más corrosiva, más mordaz. Observamos como ante cualquier pretexto la Inteligencia Artificial reparte sus dones. Y se predice que fragmentará en millones de partículas el cristal de la realidad.

Contenido patrocinado

stats