Opinión

PAZ Y ESTABILIDAD EN LA UNIÓN EUROPEA

Antes de convertirse en un objetivo político real, la idea de unir Europa no era más que un sueño de filósofos y visionarios. Víctor Hugo, por ejemplo, imaginó unos pacíficos Estados Unidos de Europa inspirados por ideales humanistas. El sueño se truncó a consecuencia de las dos guerras mundiales que asolaron el continente durante la primera mitad del siglo XX. Sin embargo, de los escombros de la II Guerra Mundial surgió un nuevo tipo de esperanza. Quienes se habían opuesto al totalitarismo durante la guerra estaban decididos a poner fin al odio y la rivalidad entre las naciones de Europa y a crear las condiciones para el establecimiento de una paz duradera. Entre 1945 y 1950, una serie de valientes estadistas emprende la tarea de persuadir a sus pueblos de la necesidad de entrar en una nueva era y de crear nuevas estructuras en Europa occidental, basadas en los intereses comunes y asentadas en tratados que garanticen el Estado de Derecho y la igualdad de todos los países.


Robert Schuman, ministro francés de Asuntos Exteriores, recogió una idea originalmente concebida por Jean Monnet: el 9 de mayo de 1950 propuso la creación de una Comunidad Europea del Carbón y del Acero. Situar bajo una autoridad común, la alta autoridad, la producción de carbón y acero de países en otro tiempo enemigos contenía una enorme carga simbólica: las materias primas de la guerra se transformaban en instrumento de reconciliación y de paz. Sea como fuere, la Unión Europea (UE) impulsó la unificación alemana tras la caída del muro de Berlín en 1989. Cuando en 1991 se desmoronó el imperio soviético, los antiguos países comunistas de Europa central y oriental, decidieron que su futuro se encontraba junto a la familia de las naciones democráticas europeas. El proceso de ampliación sigue en curso hoy en día.


En el siglo XXI Europa sigue haciendo frente a problemas de seguridad y protección. La UE tiene que tomar medidas eficaces para garantizar la seguridad y la protección de sus Estados miembros. Viene colaborando de manera constructiva con las regiones situadas al otro lado de sus fronteras: los Balcanes, el norte de África, el Cáucaso y Orienta Próximo, pero también debe proteger sus intereses y estratégicos cooperando con sus aliados, especialmente en el marco de la OTAN, y desarrollando una auténtica política europea de seguridad y defensa.


La seguridad interior y la seguridad exterior son, desde luego, las dos caras de una misma moneda. La lucha contra en terrorismo y la delincuencia organizada exige que las fuerzas de seguridad de todos los países de la UE cooperen estrechamente. Del mismo modo, hacer de la UE un espacio de libertad, seguridad y justicia, en el que todos los ciudadanos estén igualmente protegidos por la ley y tengan las mismas posibilidades de acceso a la justicia es, quiérase o no, un nuevo reto que requiere una intensa cooperación entre los gobiernos nacionales.


Los órganos como Europol (Oficina Europea de Policía) y Eurojust, que promueve la colaboración entre fiscales, jueces y funcionarios policiales de los distintos países de la UE, están llamados a desempeñar un papel más activo y eficaz... y cuanto antes mejor.

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