Opinión

RAMÓN SERRANO SUÑER

Ramón Serrano Suñer fue, sin duda, el último gran dirigente vivo de la dictadura de Francisco Franco. Falleció a la edad de 101 años. Había estudiado Derecho en la Universidad Central de Madrid. Fue presidente de la mayoritaria Asociación Profesional de Estudiantes, una organización laica combatida por el catolicismo confesional vinculado a Acción Católica. Como abogado del Estado fue destinado a la Delegación de Hacienda de Zaragoza, allí, precisamente, conoció al general Francisco Franco Bahamonde, director, a la sazón, de la Academia General Militar, y a la cuñada de éste, Zita Polo Martínez-Valdés, con quien contraería matrimonio.


En 1933, ya en plena República, Serrano se afilió al partido Acción Popular, presidido por José María Gil Robles-Quiñones y líder de la Confederación Española de Derechas Autónomas, CEDA, en cuya lista fue elegido diputado a Cortes en las elecciones generales de noviembre de 1933. Cuando estalló la guerra incivil, Serrano, que estaba en Madrid, salvó su vida gracias a la intervención en su favor del dirigente socialista Jerónimo Bugeda. A principios de 1937, Ramón Serrano y su esposa llegaron a Salamanca, donde se encontraba el cuartel general de Francisco Franco, proclamado cinco meses antes jefe de Estado por los generales y coroneles sublevados contra el Gobierno de la República. A partir de ese momento, quiérase o no, y durante más de cinco años, Serrano Suñer se convirtió en el más estrecho colaborador político del dictador, condición que le valió el generalizado apodo de 'cuñadísimo'.


El 31 de enero de 1938 fue nombrado ministro del Interior, en el primer gobierno franquista. Más tarde, entre otros cargos, fue nombrado ministro de Asuntos Exteriores. En realidad, hasta su cese desempeñó los más altos cargos que quiso. Su poder fue inmenso. Controló, rígidamente, los medios de comunicación. El 3 de septiembre de 1942 fue destituido como ministro a raíz de unos enfrentamientos entre falangistas y requetés durante un acto ante la basílica de Begoña, en Bilbao. Desde ese momento hasta su óbito, Ramón Serrano Suñer no volvió a ocupar ningún cargo político. Lo que se sabe es que, en 1945, al concluir la II Guerra Mundial, con la victoria de los aliados, escribió al dictador una carta aconsejándole la formación de un gobierno en el que hubiera personalidades independientes.


Uno de los más fervientes inspiradores de la creación de la División Azul fue, desde luego, Ramón Serrano Suñer. Durante la II Guerra Mundial, el régimen franquista envió a combatir a favor de los alemanes contra las fuerzas de la URSS ?y de forma indirecta contra los aliados- la denominada División Azul, compuesta principalmente por oficiales voluntarios, falangistas y carlistas. Vestían el uniforme del Ejército alemán, juraban absoluta obediencia al dictador Adolf Hitler. Previamente a dicho envío, tan pronto llegó la noticia del ataque alemán a las fronteras de la URSS, el 24 de junio de 1941 tuvo lugar una gran manifestación falangista en Madrid. Serrano Suñer, ministro de Asuntos Exteriores, apareció en el balcón central de la secretaría general y proclamó: 'Camaradas no es tiempo de discursos, pero es momento de que la Falange dicte su sentencia condenatoria. ¡Rusia culpable!'. Con ello, quedó decidido el envío de combatientes a favor de Alemania. El general falangista Muñoz Grandes, el 31 de octubre, tomó el siguiente juramento a los componentes de la División Azul: '¿Juráis por Dios y por vuestro honor de españoles absoluta obediencia al comandante supremo Adolfo Hitler?'


En fin, han pasado muchos años desde que Serrano falleciera y al hilo del aniversario del óbito de su cuñado, me he acordado de ese político fascista y del miedo que daba todo aquello que hemos vivido y padecido.

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