Opinión

El ‘sirvinacuy’ o matrimonio de prueba

A pesar de que estamos ya, nada menos, que en el siglo XXI, en los países andinos que formaban antaño el imperio inca, muchas comunidades indígenas siguen conservando intactas, a través de la conquista y posterior independización de esas repúblicas, añejas y curiosas costumbres que se remontan a épocas muy remotas, y que a veces pueden entrar en conflicto con la legislación vigente. Sea como fuere, un tribunal peruano ha emitido un fallo por el que, indirectamente, otorga ‘carta de ciudadanía’ a la ancestral costumbre incaica del ‘servinacuy’.


No obstante, creo sinceramente que el ‘sirvinacuy’ o matrimonio de prueba, que aún subsiste en algunas regiones campesinas de los Andes peruanos como reminiscencia ancestral, sólo puede ser comprendido si se tiene en cuenta el hondo sentido ético de la civilización incaica.


Es desde luego curioso notar que tal institución fue establecida, dentro de una sociedad patriarcal, a favor del varón, para evitar que se una a mujer que carezca de las calidades de laboriosidad y de la vocación por el hogar propias de una buena esposa, madre de familia y colaboradora del marido en las faenas del campo o labranza.


A pesar de todo, el ‘sirvinacuy’ funciona del siguiente modo: el novio pone en conocimiento de sus padres que ha elegido novia. Los padres, como no podía ser de otra manera, concurren seguidamente a la casa de la novia con objeto de realizar lo que llamamos la ‘petición de mano’, portando regalos (dulces, paneas, coca, aguardiente).


Aceptada la petición, el varón pide permiso a sus propios padres para unirse con la mujer e instalarse en la casa de éstos. Esta permanencia dura por lo general de uno a seis meses, pero puede prolongarse hasta tres años.


Dentro del hogar de los padres del marido, la pareja vive al amparo y la tutela de éstos. Por otro lado, la mujer es enseñada, vigilada y dirigida por la ‘suegra’, nada menos, en todo lo que atañe a las faenas de la casa. Y, aún en los casos en que se le permite instalar una cocina propia para ella y su marido, la tutela se mantiene.


Vencido el periodo de prueba tiene lugar el matrimonio sacramental correspondiente. Los recién casados, por fin, se instalan en su propia casa, cuya construcción es costeada por los padres del varón y el equipamiento por los de la mujer. Los cónyuges reciben además un adelanto de herencia (tierras, ganado, aperos de labranza, sementeras).


En realiadd, el matrimonio de prueba es susceptible de prolongarse y, en raros casos, de rescindirse. La extensión del plazo probatorio se debe generalmente a razones económicas, ya sea porque los prometido se hallan dedicados a faenas del campo, o porque los padres del novio carecen de los medios económicos suficientes para costear los festejos matrimoniales, y a falta de ellos, los padres de la novia y los padrinos no pueden hacerlo.


La rescisión del ‘sirvinacuy’ se produce cuando la mujer es perezosa, negligente o descuidada. Entonces es devuelta a casa de sus padres. En algunos casos de menores de edad, los ‘asesores’ -abundantes en los pequeños pueblos- aconsejan a la familia que denuncie al varón ante el juzgado por delito contra el honor sexual (seducción) y solicite la pena de prisión de conformidad con las reglas del Código Penal. De este modo, la legislación moderna interfiere, sin comprender el sentido, en la institución ancestral, regida, desde luego, por normas consuetudinarias.


Es una descripción, lo anterior, de costumbres ancestrales que pueden ser definidas como ‘machistas’, pero que no dejan de ser culturas indígenas que tuvieron, quizás, su razón de ser. Hoy nuestro Tribunal Supremo acaba de confirmar una sentencia -con dos votos particulares, de magistrados progresistas, que optaban por la absolución- en la que la Audiencia entendía que una relación sexual con una menor (11 años y 8 meses) en la que el varón -ecuatoriano como la mujer- que siempre había vivido en la selva, no tenía conciencia de hacer algo ilegal, por lo que la pena se el atenuaba sustancialmente.


Tenemos que convivir con otras culturas, ¿acertaremos?

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