Opinión

Ébola, una historia colectiva

La histeria es una afección psicológica fácilmente contagiable entre los españoles, que caen en ella en cuanto algunos medios informativos les hacen creer que los males que afectan a un número limitado de personas llegarán rápidamente a su hogar para matarlos.

Está ocurriendo con el miedo al contagio por ébola, creciente entre buena parte de la población pese a que todas las personas que podrían haberse infectado en contactos con la sanitaria enferma, Teresa Romero, están aisladas en un hospital de Madrid.

Ese brote de la enfermedad está controlado, aunque el ébola inevitablemente llegará con viajeros en barcos o aviones.

La televisión es la vía que más infecta las mentes, con presentadores ansiosos por provocar impactos al sugerirle a los ciudadanos que corren peligro de muerte con preguntas como: “¿Cree usted que puede contagiarse con el ébola? ¿Tiene miedo a morir?”

A ese golpe espectacular que provoca los escalofríos contagiosos de la histeria, se añade la confusa gestión política del caso, porque la cesión de la sanidad a las CC.AA. había creado una anarquía de incompetencias que sólo se descubre cuando aparecen casos así.

Quizás la nueva comisión de crisis dirigida por la vicepresidenta Sáenz de Santamaría mejore la situación, pero si el contagio se hubiera dado en Cataluña la Generalidad hano habría ratificado su independentismo por esta recentralización.

Sin embargo, en esa Cataluña declinante sanitariamente acaban de morir en pocos días diez personas por legiolella e incompetencia, y quizás caigan más.

Y sin grandes protestas ciudadanas: los medios regionales son lo contrario de los madrileños y tratan de mantener la imagen de que aquello es una balsa de aceite.

La histeria catalana, sin embargo, se concentra en el ébola de Madrid que tanta publicidad atrae a las televisiones comerciales.

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