Opinión

Al final del ciclo

Me he pasado el verano leyendo con sistemática intensidad literatura española contemporánea, con la intención de calibrar las virtudes de la joven narrativa nacional de última generación. Y aunque tenga la sensación de que no he leído nada que valga la pena, al menos me queda el regusto de la buena voluntad y el honorable intento por hacerlo. Lo he hecho por convicción más que por agrado. Más por necesidad que por disfrute. Creo firmemente que los viejos debemos acercarnos a las nuevas generaciones para tratar de comprenderlas, aunque este ejercicio obligue a ciertos sacrificios en muchos casos casi imposibles de cumplimentar. Personalmente he encontrado un mayor consuelo en la lectura que en la música que escuchan las hornadas más recientes lo cual, tampoco es una sorpresa.

Sin embargo, y reconociendo que compartir con los más jóvenes de mi familia sus gustos musicales es una empresa imposible a pesar de mis loables propósitos de principio que se derrumbaron a la tercera audición de intérpretes como el tal Quevedo, he aprendido, por lo menos a expandir la mente que no es cosa despreciable. Lo que escuchan las chicas y los chicos en la adolescencia y la juventud a mi me parece espeluznante, pero al menos he tratado de abrirme y eso en verdad, quizá para aquietar mi conciencia, quiero creer que tiene su mérito.

De todos modos, el mediano nivel que observo en la producción literaria y el nulo atractivo que me suministra la música o ciertas tendencias que atisbo en el arte plástico actual, pueden no obedecer por completo a la amplia diferencia generacional, -o sea que soy viejo- o al menos eso pretendo creer para aplacar mis sentimientos. España es el país de la UE en el que las generaciones más jóvenes tienen peor comportamiento académico tras la conclusión del primer ciclo de formación. Casi el 30 % de las chicas y chicos que terminan sus estudios a los 16 años no vuelven a retomarlos nunca más. El resultado es una inmersión en el mercado laboral con una preparación por completo insuficiente, y un intento de afrontar una vida posterior al término de la etapa escolar, bajo mínimos. Son datos sobre los que es imprescindible recapacitar y especialmente deben servir de profunda reflexión a nuestros gobernantes. La dudosa capacidad intelectual de la población juvenil no parece cosa de la casualidad. Y eso es muy grave y se nota. Vaya si se nota.

Te puede interesar