Opinión

El arte de la mentira

Cuando a la gente se le pregunta qué programas de televisión suele ver, casi nadie reconoce que le apasionan esos espacios indignos en los que un atajo de famosillos casposo y a menudo iracundos se tiran los trastos a la cabeza y se acusan unos a otros de haberse acostado entre si y haberse olvidado de que se acostaban. Todos afirma que sus preferidas son esas serie documentales de la 2 que lo mismo te narran las costumbres de los pingüinos que te aclaran cómo era la vida cotidiana de los gladiadores romanos.

Probablemente esta es la razón por la que las encuestas no dan una y luego vienen las sorpresas, los lloros y las recriminaciones que han sumido en la frustración y la miseria a unos cuantos líderes para los que la demoscopia iba a misa. En España se miente en general sin recato, y el uso de la mentira se ha extendido a todos los ámbitos de convivencia de manera que se practica en la política y en el fútbol, en los ambientes intelectuales, en la televisión, en el complejo mundo de las artes plásticas, en el cine, en el trabajo y en la vida cotidiana. Somos uno de los países más mentirosos del planeta, y en nuestro ámbito continental de referencia todo el mundo lo sabe y por eso nadie se fía de nosotros. Cualquiera se fía de un país al que desde las instituciones financieras europeas le han dejado el dinero a espuertas para que lo invirtiera en determinados objetivos, se lo ha gastado a menudo en putas, francachela y farlopa, y cuando se le acaba pide más falseando los papeles y tratando de demostrar que ha cumplido lo encargado.

Hace mucho tiempo que desgraciadamente en este país nuestro nadie dice una verdad absoluta y todos son verdades a medias o mentiras sin paliativos. El sistema por el que se han gobernado las cajas de ahorros hasta que se ha descubierto todo el pastel es una gran mentira en cuya construcción han contribuido todos, desde los sucesivos gobiernos hasta los políticos, empresarios y sindicalistas, las agencias reguladoras y el propio Banco de España. Una gran mentira es, por ejemplo, la vida de Jordi Pujol, con el colofón de la perversa mentira de autor que el interfecto firmó como si fuera una tapa de diseño en el Parlamento de Cataluña, cuánta indignidad, Señor. Lo que pasa es que lo de mentir ya no choca porque es de uso cotidiano.

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