Opinión

El ausente sentido común

Según el viejo catálogo de peculiaridades que distinguían a los nacidos en cada una de las comunidades nacionales, los catalanes se caracterizaban por una virtud comúnmente admirada llamada seny, que no era otra cosa que el sentido común dicho en otras tierras de garbanzos. Los andaluces eran tenidos por dicharacheros y una miaja irresponsables, los aragoneses por tozudos, los vascos por laboriosos, los canarios por indolentes, los gallegos por ahorradores, los asturianos por tragones, y los murcianos… ay los murcianos, acosados por negras leyendas desde que se publicaron las ordenanzas de Carlos III. Los madrileños hemos sido de natural chulesco quizá por el habla que un alicantino de pro como Arniches nos adjudicó en los sainetes.

El caso es que los catalanes eran famosos por su seny. Eso era antes, porque lo del seny ha desaparecido y ya no va a ningún lado. En realidad, el sentido común consiste en una mezcla de conocimiento, prudencia, pragmatismo, análisis, y capacidad autocrítica, todo a partes iguales, para configurar una hermosa virtud que distingue a los sensatos y adorna la actitud de los mejor pensantes. Pero esa nobleza de carácter se ha diluido a estas horas y de ella ya no existe ni el menor rastro. “España nos roba” es el mantra perpetuo de una comunidad que no es capaz de reconocer sus propios defectos como paso previo para corregirlos. “El Madrid y Martínez Munuera nos roban”, prevalece ahora en una opinión pública catalana cegada y sin capacidad de análisis, que no quiere atribuirse fracasos.

Si Cataluña siguiera conservando el seny, podría sentarse y calibrar por qué la comunidad está en un estado ruinoso mucho antes incluso del coronavirus. Sus mentes pensantes concluirían que se han gastado millones y millones de los fondos que les corresponden en desarrollar políticas inútiles y patrocinar necedades. Lo que ha quedado se lo han llevado crudo los Pujol, y si había algún resto, se lo han repartido los miles y miles de apesebrados que viven del cuento nacionalista desde la infraestructura en el extranjero hasta los periódicos afines.

¿No sería más lógico que alguien le dijera a Lenglet que con el VAR ya no se puede agarrar de la camiseta a un contrario dentro del área, y lo sentara por tonto? ¿Qué antes esas cosas pasaban desapercibidas y ahora te pillan? Pues eso sería el seny. Ya no está.

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