Opinión

Los buenos periodistas

El pasado viernes se celebró en todo el mundo el día dedicado a recordar a los periodistas que han muerto o han sido heridos, secuestrados, amenazados o vejados en el desempeño de su profesión, -nuestra profesión diría yo- porque estoy cada vez más convencido de que un periodista lo es para toda la vida aunque las múltiples dificultades por las que atraviesa el oficio nos obliguen a ganárnosla en otros desempeños tan alejados de éste tan malvado e incomparable. Como el de gerente de una empresa de pompas fúnebres que ya me conozco yo un caso.

Personalmente he celebrado esta fecha tan simbólica leyendo a uno de los nuestros, un periodista sevillano honesto a carta cabal y bueno en lo suyo como he visto pocos, que se llamaba Manuel Chaves Nogales y al que no pudieron soportar ni los unos ni los otros porque fue crítico e inflexible con ambas orillas y a las dos les sacó los colores hasta que la ferocidad con la que fue perseguido por los dos bandos le obligó a buscar refugio en Inglaterra donde dejó su recuerdo y se murió joven de la enfermedad del alma como ha ocurrido con tantas víctimas de la maldita intolerancia de toda la vida, la que nos ha quebrado y nos sigue quebrando en dos. Chaves Nogales es de la estirpe de Antonio Machado y tantos otros buenos y generosos a los que este país suyo ha machacado sin piedad por no ser complaciente con los vicios de uno y otro lado. Tengo a mano un par de libros suyos que demuestran su espléndida capacidad para el relato, su sinceridad enorme y aplastante, y ese olfato que distingue a los periodistas de raza. Manolo era un director de periódicos que bajaba al taller y se bebía el litro de leche reglamentario con los linotipistas hasta las tantas de la mañana, descorbatado, con el pitillo colgando del labio inferior e echando una mano al cierre, y cuando había que salir a buscárselo a la calle, se ponía la chaqueta y se iba a por ello. Me temo que quedan pocos.

Este es un país muy malo de contentar, muy desmemoriado y muy cruel cuando se pone a ello, que algunos pretenden además desmembrar apelando a argumentos tan irreales como absurdos. Hay mucha gente a lo largo de siglos que ha sufrido por defenderlo, por amarlo y por tratar de hacerlo mejor. Y su memoria no se merece este amargo destino.

Te puede interesar