Opinión

Crisis de confianza

Los acontecimientos han ido poniendo tan cara la confianza que algo tan necesario y tan abundante por otra parte en pasados tiempos, se ha convertido en un bien escaso del que, desgraciadamente, todo esta falto. A estas alturas, los mercados no tienen confianza en nosotros mientras que nosotros la hemos perdido en nuestro Gobierno y en nuestras instituciones. Esa pérdida paulatina de confianza que nos impide creer ya en cualquier cosa, no sólo se refleja en el ámbito público –un territorio muy amplio y variado en el que apenas quedan un par de instancias fiables cuando antaño lo eran casi todas- sino también en el ámbito más privado, en el que las fidelidades y las creencia han sufrido un rotundo revolcón de manera que uno ya no se fía ni de sus parientes más cercanos no vaya a ser que te des la vuelta y te la claven por la espalda hasta donde pone Toledo.

El ciudadano asiste en estos tiempos a la quiebra de fe más contundente y dramática de las padecidas en décadas de historia. Uno estaba convencido de que el movimiento de las ONG era admirable hasta que muchas de ellas nos han salido ranas y sabemos que en numerosos casos se han quedado con una pasta asombrosa. Suponíamos que la Justicia era irreprochable y las encuestas del CIS le salían que ni clavadas hasta que llegaron los nuevos tiempos y con ellos las sospechas de que no era igual para todos. Sin ir más lejos, hay que ver lo que le ha pasado a la Corona y dónde ha ido a parar a estas alturas aquel cariño, un poco bobo todo hay que decirlo, que le dedicaban los españoles en cualquier supuesto y a cualquier hora sin pararse a meditar que no puede ser oro todo lo que reluce. En definitiva, que uno ya no puede estar seguro ni de su propia madre y eso se paga muy caro en el plano interno y externo. Yo no se qué pasará en otros sitios pero aquí te cuentan cualquier cosa de cualquier cosa y uno sabe que hay mortera, calcula de inmediato cómo era de grande y pasa revista a los sospechosos susceptibles de habérsela quedado.

Urge por tanto reconstruir el país en todos los órdenes a pesar de que la clase política no despierta en ese sentido grandes deseos. Pero es un planteamiento necesario porque lo hemos puesto todo perdido, la honradez está en los museos y habría que trasplantarla a la vida real. Aunque cueste.

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