Opinión

La difícil reconciliación

Ayer fue 11-M, han pasado once años de aquella tragedia y aún es el día en que no hay nada completamente nítido y sigue pesando sobre este episodio espantoso un manto de dudas que no se ha disipado ni siquiera con la celebración de la vista y el reparto de condenas. Para que todo permanezca igual que los días siguientes al atentado, los representantes de las distintas asociaciones de víctimas del terrorismo que se dan cita en los actos encaminados a guardar memoria de estos hechos y homenajear las vidas que quedaron prendidas en las estaciones de Madrid y sus alrededores donde estallaron las bombas, tampoco han sido capaces de ponerse de acuerdo y siguen enfrentadas, celebrando sus respectivas actividades unas de espaldas a las otras pendientes de la inclinación personal y las simpatías políticas de aquellos que encarnan sus cabezas responsables.

No ha habido manera humana de encontrar una vía de entendimiento entre ellas ni el paso de los años ha cerrado viejas heridas propiciando la apetecida y necesaria reconciliación entre los colectivos a los que une el dolor inmenso de haber perdido a un ser querido en un acto de entera barbarie y separa presumiblemente todo lo demás. Y desgraciadamente este es el sino de un país que ha dado ejemplos permanentes de disidencia y desunión aunque la causa contenga una dosis de dolor suficiente para que se olviden argumentos de menor entidad a favor del objetivo principal. Somos, en ese sentido, un país de personas sin remedio, incomprensibles y desventuradas.

Los once años trascurridos desde los bestiales atentados del 11-M han dañado irreparablemente mucho y han aportado muy poco en el sentido positivo si es que una tragedia así puede ofrecer un lado apreciable. Sospecho que debería ser así aunque sospecho también que sin estar inmerso en esta pesadilla es muy fácil hablar por hablar.

En todo caso, reconciliarnos no es nuestro fuerte y eso se lleva en los cromosomas. Es muy posible que si nos resultara más simple este acto aparentemente natural ya no pisaríamos uvas ni seríamos meridionales sino noruegos y eso puede tener sus ventajas pero tampoco está libre de inconvenientes. Es lo que hay.

Te puede interesar