Opinión

Ecos de una recepción

La recepción que sucede en el Palacio Real al desfile del día de las Fuerzas Armadas hace mucho que se ha convertido en el escaparate social y político que todo el mundo aprovecha para montar su tienda y vender su producto, incluyendo en ese mercadeo de pompa y circunstancia también a los que proclaman su ausencia en el acto. No cabe duda de que resulta tan digna de análisis la presencia del novel Albert Rivera como la ausencia de Pablo Iglesias, y que si puede comentarse con afecto y simpatía la asistencia de la alcaldesa Carmena, también puede criticarse duramente la renuncia de la alcaldesa Colau en este caso acompañada de sus polémicos comentarios sobre el genocidio que ella supone llevaron a cabo en América los españoles, comentarios a los que no debe ser ajena su mano derecha, el primer teniente de alcalde que es argentino y es el que retira por la fuerza la bandera española del balcón del ayuntamiento de Barcelona.

Los encuentros de Palacio han sido siempre muy comentados en los medios de comunicación y reflejan con cierta propiedad los estados de opinión y las relaciones del pueblo con la Corona. Es una recepción a la que muchos se pelean por asistir porque cierto es que indica que si asistes estás en el primer nivel de influencia y conocimiento, y es una reunión que ofrece jugosas propuestas de corrillo que este año se han construido más en torno a Albert Rivera que a ningún otro político sospecho que ante la decepción de un Mariano Rajoy cachazudo y ya veterano en la asistencia palaciega, y un Pedro Sánchez que estará, y es natural, visiblemente contrariado ante el protagonismo que está adoptando el ciudadano Rivera y que le coloca como el personaje más emergente de las Españas.

Disputarse la actualidad del día con un macho cabrío caballero legionario no deja de tener su aquel y así se lo pensará el catalán que también ha plantado el tenderete en la lonja del Palacio Real para contestar jovialmente a la batería de preguntas que le formulaban los periodistas asistentes y dar de paso su receta sobre los pactos: Él va a ganar y luego ya decidirá quién le acompaña. Por cierto, dicen los malevos que una vez oficiado el saludo real, quizá inconscientemente, el líder de Ciudadanos se frotó las manos. 

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