Opinión

El yuyu malo

¿Vale la pena pasar por quirófano si vas a salir con la cara del muñeco diabólico?

Dicen las coplas del payador perseguido que escribió Atahualpa Yupanqui, que la vanidad es yuyo malo que envenena toda huerta. Y añade que es preciso estar alerta manejando el azadón, aunque advierte también de paso que no faltará algún varón que la riega hasta la puerta. Son palabras sumamente sincréticas estas que en realidad no aclaran  casi nada pero que poseen una gran capacidad de sugestión. En los viejos tiempos en los que muchos caímos en las garras de los folcloristas argentinos que brotaban por Madrid como setas en primavera, sospechamos que todas y cada una de aquellas estrofas encerraban la excelsa sabiduría parda de la gente de campo y todos nos volvimos Martín Fierro y nos pusimos como locos a recitarlas imitando malamente el acento santiagueño, correntino, cordobés o salteño ataviados con un poncho y rasgando una guitarra. Qué cosas tan disparatadas hicimos de jóvenes, alabado sea el buen Dios.

Acabo de ver en una de estas publicaciones dedicadas al famoseo, la cara que le han dejado a Madona tras pasar por el quirófano para hacerse un amplio tratamiento de pintura y chapa. El resultado de este tratamiento de choque es una carnicería salvaje, y los que no sabemos mucho de estéticas nos preguntamos si puede disculparse el hecho de meterse en un quirófano sin que sea absolutamente necesario, y sobre todo si merece la pena hacerlo si uno va a salir del trance con la misma cara que el muñeco diabólico. Lo que esta cirugía le ha ocasionado a Madona, ejemplifica y coloca en valor -como se dice ahora- las palabras de Atahualpa en aquellas coplas. La vanidad es yuyo malo que envenena toda huerta, y viendo a esta pobre mujer uno asiente y no puede decir otra cosa. Urgida por la vanidad, la cantante norteamericana se ha sometido a este disparate y seguramente estará muy satisfecha cuando se haya asomado al espejo. Los que no tenemos ni la menor idea de lo que se lleva y lo que vale en este mundo de valores alterados, suponemos que nada puede ni explicar ni justificar semejante actitud.  Allá cada cual.

Lo que uno haga con su cuerpo es cosa de cada uno, pero estos episodios nos inspiran la certeza de que vivimos en un mundo estúpido en el que algunos de sus habitantes pagan fortunas y se juegan la vida para tratar de saltarse las inexorables reglas del paso del tiempo aplicando recetas que te cambian la cara.  Siempre fracasan.

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