Opinión

Encuentro en Barcelona

Esto es un sainete en el que nada está claro, nada se explica, nada convence, ni nada tiene sentido

La situación planteada por el enojoso asunto del espionaje ha puesto al aire las costillas de un Gobierno que no tiene pinta alguna de acabar bien. El encuentro entre Pedro Sánchez y Pere Aragonés, escenificado en la puerta de un hotel de Barcelona donde se celebraba la reunión anual del Círculo de Economía en presencia de la presidenta de la Comisión Europea Ursula von del Layen que no parecía estar muy al tanto del enfurruñamiento del catalán,  ha resultado tan dramático como ridículo. Ridículo en la forma, ridículo en el fondo. Ridículo a dos facetas, lamentable y supremo.

Allí estaba por tanto el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, con ademán pasmado y allí estaba el presidente autonómico, Pere Aragonés, con gesto adusto. Allí estaban por consiguiente los dos como la i y el punto,  mirándose de soslayo y dirigiéndose palabras al oído que forzaban más ademanes extraños, más guiños y más gestos con la invitada europea sin saber en qué lado de la foto ponerse. Un patético sainete.

Porque esto es, a no dúdalo, un sainete en el que nada está claro, nada se explica, nada convence, ni nada tiene sentido. Ni siquiera lo tiene la sesión de la Comisión de Secretos Oficiales que parece ser menos oficial y sobre todo, menos secreta de lo que manda la normativa porque los diputados a los que se ha permitido el paso lo han cascado todo nada más salir. Y aun menos sentido tiene el comportamiento del Gobierno, que ha decidido ponerse de perfil ante los requerimientos de los catalanes. El Gobierno ha expresado en esta comisión que no sabía que se espiaba a los independentistas –eso han largado los que han dejado pasar de matute- si bien las escuchas eran legales pues estaban permitidas por orden de un juez.  El Gobierno, por tanto no desea asumir con entereza y decisión sus actos, y lo más grandioso de este escenario es que estaba haciendo lo que debía hacer en aquel momento. El CNI estaba recabando información imprescindible para neutralizar un movimiento de rebeldía capaz de poner en peligro cierto la unidad del país. Estaba vigilando a aquellos que alentaban la lucha callejera y que abogaban por establecer en Cataluña una república independiente.

Otra cosa de más frágil entendimiento es la segunda parte de la parte contratante que diría Groucho Marx. Las escuchas a Robles y Sánchez. De eso ya hablaremos.

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