Opinión

El espectáculo televisivo


Periodista de periódicos y vejestorio trabajosamente mantenido para parecer algo más digno, me confieso profundamente crítico con los programas de televisión que hacen de la primicia y la escandalera su banderín de enganche. 

Una cadena de televisión privada nacional que no nombro aunque todo el mundo se la sepa, anunciaba con banda de música para ayer mismo por la tarde, el inicio de un nuevo espacio de noticias y entrevistas –un magacín según las condiciones expresadas en el protocolo fundacional del estilo bautizado como neotelevisión- que va a presentar Sonsoles Ónega hija periodista y de las bravas, de su padre al que un lejano día de la década de los setenta presté mi máquina de escribir en el periódico vigués en el que yo prestaba mis servicios, el día que llegó a las tantas y urgido por las prisas siendo jefe de Prensa del Gobierno presidido por Adolfo Suárez, para escribir la nota de la visita que circuló después por las agencias de noticias. Ahí estuvimos unas cuantas horas de palique.

Sonsoles Ónega fue cronista parlamentaria durante unos cuantos años y se curró a pulmón las dulzuras y amarguras de este nuestro oficio. Después de mucho darle al remo en la galera de los informativos, en la del Congreso de los Diputados, después de hacer en la radio y en la tele desde análisis político a sucesos, decidió que ya estaba bien de de darle al manubrio del organillo y tiró por la calle del espectáculo televisivo. Es una opción profesional completamente legítima cuya condición de ninguna manera me corresponde juzgar. Lo único que me confieso a mí mismo y que procuro no compartir si no me tiran del gas, es que no me gusta un pelo. Y ya está. Es una modalidad de nuestro oficio mucho más agradecida, te conduce al firmamento del brilli-brilli y da muchísimo más dinero. Muchísimo.

El programa se presenta anunciando haber pasado la noche con la insospechada mujer que raptó al niño en el hospital vasco de Basurto. Las horas que la secuestradora descansó en casa de una amiga a la que convenció de que acababa de dar a luz y traía a su hijo en una bolsa del super. Me tiemblan las canillas sospechando cómo se las va a gastar este espacio por el que Ónega ha plantado a Vasile –plantado a su vez por su propia cadena unas semanas después- y se ha ido a Antena 3 a reventar la tarde a la bayoneta calada. Los índices de audiencia están sobrevalorados de todos modos. No lo olviden.

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