Opinión

La foto fría

Los fotógrafos de prensa suelen buscar –y a menudo encontrar-imágenes definitivas relacionadas con el escenario de la alta política. Es éste un mundo cruel y despiadado que  proporciona estampas muy sombrías, pródigas en soledades, fiascos y fracasos, especialmente intensas cuando el protagonista de la instantánea es alguien al que en algún momento le ha sonreído la fortuna y un tiempo después y siguiendo el inexorable dictamen de los ciclos, le ha abandonado.

El frío reflejo del fracaso se sustancia bien en un político caído en desgracia, al que se retrata por ejemplo sobre el sepulcral vacío de un hemiciclo desnudo o despidiéndose más solo que la una en la puerta de salida de los que fueron en tiempos sus dominios y ahora son los dominios de otro. El ámbito es especialmente despiadado con los que se van, y el ojo habituado de un corresponsal parlamentario capta como nadie ese momento agónico en el que el vencido toma su cartera y se marcha. Lo hace en sombras, moralmente roto, y físicamente cabizbajo por el peso de la desilusión. Triste y cargado de espaldas.

Es la foto que los diarios han publicado en su portada sobre Pedro Sánchez, el joven talento emergente de un PSOE en sus horas bajas, al que de poco le han valido los consejos de algunos de sus más experimentados camaradas, y al que ha deslumbrado la remota posibilidad de acceder a la Moncloa aún cosechando un resultado electoral que a otro probablemente le habría convencido aquella misma noche de la necesidad de tirar la toalla.

Sánchez se avivó ante el encargo real de formar Gobierno y no dudó en intentar un salto mortal sin lona cuyo resultado ha sido el que muestran esas estampas ayer carne de primera página con el paso cansino y un macuto a la espalda, mostrando en su marchar todo el descorazonamiento del que un día se tuvo por crucial y resolvió renunciar a cualquier otra hipótesis que no fuera ser presidente del Gobierno del modo que fuera necesario y luego ya hablaríamos una vez instalado. Dicen los diarios que le suministraron oxígeno cuando el oxígeno le faltaba, que ahora no le queda otra que hablar con Rajoy. Y él ha respondido que se pliega a ello, aunque sea tarde y él esté hundido y requemado. No sé si habrá lugar a esta nueva charla pero él es el retrato de una muerte anunciada.
 

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