Opinión

El que gana y el que pierde

Muchos me preguntan por qué soy madridista sabiendo de partida que una pregunta tan simple tendrá también una sencilla respuesta. Lo soy porque soy madrileño, mi padre era madridista –conservo aún y como oro en paño su carné de socio con fecha de renovación de 1963- y además y como médico traumatólogo, estuvo vinculado un cierto tiempo al club y a su cuerpo médico. De modo que mis recuerdos primeros me vinculan a Chamartín, cuyas gradas ascendía de su mano, y aún guardo una foto en color que me trajo un día firmada por todos los que en ella aparecen posando junto a una Copa de Europa, a saber, Domínguez: Marquitos, Santamaría, Pachín: Vidal, Zárraga: Canario, Del Sol, Di Stéfano, Puskas y Gento. Casi nadie al aparato. Son argumentos que huelen a niñez y a carga sentimental profunda contra los que resulta imposible rebelarse. Tampoco quise nunca hacerlo, eso es cierto.

Medio siglo largo después de aquellas primeras cinco copas que sellaron para siempre el eterno idilio entre el Real Madrid y la máxima competición por clubs del fútbol internacional, el trofeo sigue pintado de blanco como demuestra esta última y trabajada conquista. El Real Madrid ha jugado catorce finales en esta competición y solo ha perdido tres–en una de ellas, la de Viena contra la Juve, estuve desgraciadamente presente- lo que le convierte en el rey de Europa dicho sin el menor rastro de chulería. Y aventaja de largo al Milán, segundo clasificado que solamente ha logrado siete. Quizá por eso, el modo con el que el Madrid se activa cuando llega el instante supremo en el que todo se pone en juego, es muy diferente al de su dignísimo rival el Atlético, como diferentes son sus historias, sus hinchadas, sus usos y costumbres y el sentido con que cada uno afronta la vida. Son hechos concretos que a cada uno distinguen y que les hacen cara y cruz de una misma moneda.

Y es que mientras la obligación del Madrid es ganar y sus seguidores olvidan pronto el triunfo presente para exigir a los suyos una nueva conquista sin apenas celebrar la que tienen, el Atlético ha hecho estética de la derrota y, con la inestimable ayuda de Sabina se ha convertido en el paradigma del esfuerzo vano y sin recompensa. Diego Simeone ha pretendido cambiar es tendencia y no lo ha conseguido. A lo mejor se va por eso. O quizá, porque le ha fichado ya el Chelsea.

Te puede interesar