Opinión

El juguete roto

El brevísimo periodo de libertad del que disfruta este fin de semana Julián Muñoz ofrece un área de reflexión al que deberíamos abonarnos todos porque todos tenemos un destino más o menos trágico que cumplir pongámonos como nos pongamos. Julián Muñoz, un camarero de Arenas de San Pedro en la provincia de Ávila que llegó a convertirse en alcalde de Marbella e hizo de su alcaldía un sultanato, es hoy un pobre hombre enfermo y destruido que solo desea que le permitan morir en paz y que pide perdón de forma convulsiva en cuanto las circunstancias le permiten asomar su rostro desencajado y molido por el mundo de los vivos.

Julián Muñoz, aquel personaje de comedia que se paseaba por las calles de sus dominios con la Pantoja colgada de su brazo y que dilapidaba el patrimonio público como si no hubiera un mañana en el que dar cuentas de sus excesos, tendrá que retornara la cárcel el próximo lunes porque le quedan trece años de condena que cumplir aunque los médicos no le dan más de cinco de existencia. Es una sombra desvencijada de deplorable salud, desgarrado por los arrebatos de su conciencia al que la sombra de su propio pasado le impedirá dormir cada noche y se acurrucará en la soledad de su celda atiborrado de pastillas para olvidar que un día hizo y deshizo a voluntad, fue grande y omnipotente, dio y quitó y hizo lo que le vino en gana .

El dinero fluía por las esquinas, la Costa del Sol era su reino, se movía entre gente guapa y todos se inclinaban y ponían la mano ante su presencia. Aquellos paseíllos de Julián Muñoz, con la cinturilla del pantalón en los sobacos, agitando las manos como el Papa y ordenando a sus guardianes que se sacudieran de encima a los moscardones de la prensa, le perseguirán ahora que es un juguete roto, de emociones a flor de piel, tiritando y desnudo de toda prebenda. “Sic transit gloria mundi” que dijo Tomas de Kempis.

Si por mí fuera, Cachuli ya estaría en la calle. Hay muchos sinvergüenzas que ni siquiera han ingresado en la trena y que han hecho cosas peores que Muñoz. Libres, disfrutan de la pasta y se pavonean. En mi opinión, el zafarrancho de indecencias que sepultó Marbella tiene muchos más personajes con los que hacer escarmiento. Y muchos de ellos no están ni imputados. ¿Alguien puede creer que una melé como aquella podía llevarse a cabo sin el respaldo tácito de la Junta de Andalucía y sus instituciones e incluso del ministerio de Hacienda? Anda ya…

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