Opinión

La duda interna

Existen muy pocas dudas ante la certeza de que el mundo futuro es de las mujeres. Las escasas vacilaciones que una situación irrefrenable como esta puede suscitar se basan en la posibilidad muy remota de que sean las mujeres las que no crean en sí mismas y se encarguen de ralentizar el procedimiento en virtud de sus propias vacilaciones.

No hay duda de que las cosas van a ser así, pero los veteranos advertimos ciertos comportamientos contradictorios que introducen en el debate esa ligera sensación de duda razonable. Acabo de leer una entrevista con una de las mujeres más en forma del panorama político nacional. Se trata de la vicepresidenta Yolanda Díaz, una gallega joven y atractiva -¿se puede decir eso sin liarla?- que ha ido escalando peldaños desde su primera y desconsoladora intervención pública ante una baraja de representantes de medios de comunicación que no anunciaba nada bueno, hasta esta posición actual que permite obtener una mejor impresión sobre sus capacidades. Sin embargo, incluso desde una posición tan privilegiada como la que ella ocupa y apreciando el mucho poder real del que dispone, protagoniza actuaciones que denotan una sospechosa desconfianza en sí misma que cuando afloran la delatan. De otro modo, no se entiende que, a estas alturas de la película, la vicepresidenta Díaz advierta que ella no es la típica mujer progresista al uso. Y tampoco entra dentro de ciertos cálculos entender cómo han tenido que pasar casi dos años para contar a la opinión pública que ella ya advirtió en los inicios del covid 19 los peligros de llevar a cabo una manifestación multitudinaria como aquella del 8 de marzo que terminó en contagio masivo y produjo las primeras víctimas de la pandemia. En el primero de los casos se adivina un cierto grado de vergüenza por la utilización de signos externos aparentemente reñidos con la estampa comúnmente aceptada del progresismo militante. La clásica lucha interior entre el lujo y la militancia de izquierdas. En el segundo, se abre paso la sospechosa de que sus inseguridades reclaman la necesidad de reafirmarse en algún punto, y desligarse de un colectivo al que pertenece y que no le convence ni agrada. En ambas situaciones se advierte inmadurez, timidez, temor y duda. Díaz no confía del todo en sí misma y en sus entrañas algo canta.

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