Opinión

La ignorancia culposa

Siempre me ha llamado la atención la poca importancia que conceden los políticos a la enseñanza de la Historia, una materia que debería ser muy tenida en cuenta y muy aprendida para evitar repetir errores que, en ocasiones, y referidos a nosotros mismos, han producido resultados  funestos. Es, por ejemplo,  realmente sorprendente la paupérrima información que muchos partidos que tienen la restauración republicana como uno de sus ideales más queridos poseen de nuestra propia Iª República. Un diputado comunista de notable influencia en su momento por ejemplo, creyó siempre o al menos así lo expresó, que el general Manuel Pavía había entrado a caballo en el Congreso de los Diputados durante  los sucesos  que se produjeron en la sede del Parlamento en enero de 1874 siendo presidente Emilio Castelar. Sospechaba este caballero que Pavía deseaba acabar con la República y por esa razón irrumpió en el Hemiciclo montado en su blanco corcel.

Las cosas, naturalmente no ocurrieron así. Pavía era republicano unitario devoto -incluso más que Castelar- pasó casi toda la jornada en su despacho de capitanía, se valió de un teniente de su propio equipo para ponerse en contacto con el oficial de la Guardia Civil al mando del reten en el Congreso, y promovió su asonada porque pensó que era el mejor modo de preservar la propia República, teniendo en cuenta que el llamado a suceder a Castelar era un diputado timorato y melifluo llamado Emilio Palanca que representaba a los republicanos federales herederos de la fracción encabezada por Pi Margall. Pavia convocó a todos los jefes de los partidos políticos al día siguiente en su despacho, les conminó a que se entendieran por el bien del país, cerró la puerta, y se fue a su casa. De allí salió investido el general Serrano.

Desgraciadamente, este despego por el saber y la cultura que propone el conocimiento de las cosas de antaño es prácticamente común, e influye directamente no solo en los términos en que se hace política sino en la bondad de las decisiones. Hoy, muchos ministros se empeñan en un único objetivo al que dedican todo su mandato –Garzón lleva camino de aplicar su periodo a la persecución de las casa de apuestas y olvidarse de todo lo demás- y así hasta el infinito. De Ábalos ya ni hablemos, claro…

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