Como tantos otros habitantes de la Villa y Corte, Andrés Trapiello no es madrileño de nacimiento. Muchos de los más indiscutibles iconos capitalinos, capaces de contribuir decisivamente a la creación de un genuino carácter en el que incluir a todo lo que tiene que ver con la capital y sus gentes, no son nativos de ella y no hay más que hojear las cuartillas referidas a la literatura o la plástica para comprobarlo. Galdós, por ejemplo, era canario, y Arniches era alicantino. Entre los genios de los pinceles que sentaron cátedra a orillas del Manzanares, conviene recordar que Velázquez era sevillano y Goya, aragonés. En el callejero de Madrid se apiñan gentes llegadas de todos los territorios del país incluyendo un ciento de egregios y admirables catalanes, Alberto Boch, Prim, Castelló, Rusiñol o Benlliure por ejemplo. Se da la divertida paradoja de que el Real Madrid lo fundaron dos hermanos catalanes –los Padrós -establecidos en la capital como comerciantes de tejidos.
Trapiello es leonés, y llegó a la capital huyendo del ámbito estricto y encorsetado de su ámbito familiar que le llevó a romper con su padre, como cuenta en su último libro dedicado a esa ciudad de adopción que, en las próximas fiestas de San Isidro, le recompensará con una de las medallas de Honor que concede su Asamblea y que compartirá con Ana Botella y Manuel Carmena. La minoría del PSOE en el ayuntamiento capitalino ha aceptado la distinción de Carmena y se ha opuesto tajantemente a la de Botella por considerar su designación como una “atentado institucional”. Pero el momento culminante de esta declaración de intenciones socialista se ha producido cuando el grupo del que es portavoz municipal el ex seleccionador nacional de baloncesto Pepu Hernández, ha matizado que si bien aceptan a Trapiello, ha de puntualizar su desacuerdo con las posiciones de Trapiello sobre la guerra civil.
Ayer por la mañana le preguntaron por la radio a Hernández en que no estaba de acuerdo el PSOE con las teorías de Trapiello y el portavoz se quedó en blanco. Hubo de reconocer que si bien su grupo disentía de Trapiello, no tenía ni la más remota idea de por qué ese desacuerdo.
A Amadeo de Saboya le presentaron las Cortes un documento para que convalidara una decisión adoptada por el Pleno. Firmó: “Yo, contrario”. Pues lo mismo que Pepu Hernández.