Opinión

Llamarse así

Llamarse Pablo Iglesias no debería salir gratis. El circunspecto cajista gallego cuya propuesta de conformar un partido obrero a la usanza de los que comenzaban a proliferar en la franja centro de Europa, reunió en torno a sí a un variopinto grupo de ciudadanos comprometidos que cumplieron el objetivo de fundar uno propio, al amor de unas tajadas de bacalao y unas frascas de Valdepeñas en el eterno bar restaurante Labra, muy cerca de la Puerta del Sol donde todavía permanece, y esperemos que así siga si le deja la maldita pandemia.

Iglesias estaría hoy horrorizado como muchos de los que le sucedieron, -léanse el manifiesto firmado por ciento veinte personalidades de muchos colores políticos entre los que dominan los socialistas- al comprobar el desastroso camino por el que le conduce un dúo letal compuesto por un sujeto alto y bien parecido y otro bajito de atractivo más dudoso. El bajito se llama como el fundador del PSOE, y esa abominable coincidencia agrava más si cabe el rosario de consecuencias derivadas de su inmerecido ascenso a los cielos del poder. El Pablo Iglesias histórico jamás hubiera tolerado que el partido que fundó ofreciera a este calamitoso sujeto la posibilidad estratosférica de una ostentar una vicepresidencia, pero lamentablemente ya no es él quien decide estas cosas. 

El partido que fundó ha caído en las zarpas de una turbadora peña compuesta por personajes que hoy juegan la liga de Campeones y hace un par de décadas no hubieran pasado de tercera. Adriana Lastra, María Jesús Montero, Carmen Calvo, José Luis Ábalos, Miquel Iceta, José Manuel Franco, Ander Gil, Isabel Celaá, Rosa María Mateo o Carolina Darias y, por supuesto, el presidente Sánchez son ejemplos tomados a vuela pluma de drama que nos acecha. La insoportable mediocridad de los políticos que nos mandan y, lo que es peor, su deleznable condición intelectual y humanal. Este nuevo PSOE que consigue arrancar cada día y a cada dentellada un pedazo de su noble historia no tendría ni la más mínima opción de mandar si Pablo Iglesias ostentara hoy su liderazgo. 

Sin embargo y por azares del destino, han elegido asociarse con otro Pablo Iglesias al que algún día exigirán cuentas por mancillar un nombre y un apellido. Pero por ahora, las cuentas las exige él y le están saliendo. Mañana, nunca sabes. Pero que le quiten lo bailao.

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