Opinión

Manía clasificatoria

Yo adoro Lisboa y en estas clasificaciones siempre está presente. Me parece una ciudad amable, acogedora, poética, luminosa y muy bella

Ahora se lleva mucho dedicar ciertas páginas de los suplementos de Ocio en los dominicales de los diarios a nombrar las diez mejores ciudades del mundo para vivir, los diez mejores restaurantes de un territorio, los diez pueblos más bonitos de España, los diez mejores discos de la década de los 80 o las diez mejores películas de la historia del cine, elecciones todas ellas cuestionables porque uno siempre recuerda la feria tal y como le ha ido en ella y estoy absolutamente cierto de que en cualquiera de esas diez ciudades más deslumbrantes que cita cada periódico alguna persona de las que yo conozco lo ha pasado tan rematadamente mal que no quiere verla ni en pintura. De hecho cuento con un ejemplo explícito. Yo adoro Lisboa y en estas clasificaciones siempre está presente. Me parece una ciudad amable, acogedora, poética, luminosa y muy bella hasta el punto de que hace un par de semanas la propuse para servir de lugar de encuentro a un grupo de antiguos alumnos de mi colegio que proyectábamos reunirnos pasado el verano. Uno de ellos dijo que jamás volvería y que ya nos podíamos ir buscando otro sitio si queríamos que acudiera. Durante su única estancia, le habían robado tres veces en una semana, reventándole el coche y dejándolo sin maletas y con lo puesto. Comprendimos que la experiencia había sido dura y no insistimos mucho…

Hace unos días, leí en otra de estas pintorescas clasificaciones que Vigo había progresado una barbaridad en el ranking de urbes pródigas en infidelidades. Un portal especializado en citas clandestinas  ofrecía sus conclusiones en tan delicada actividad humana. El director general de la firma para Europa manifestó que los más infieles son los catalanes y que Manresa era, según sus datos, la ciudad líder de España seguida de León y Barcelona. Sorprendentemente Madrid no se distinguía por afición semejante y ocupaba un puesto relativamente modesto, séptima u octava.

El informe ponía sin embargo especial acento en la ciudad de Vigo como la que más había ascendido en el cómputo de amores ilícitos. Había subido nueve puestos desde el conteo anterior, y ya estaba asentada en el número once, la más infiel de Galicia y una de las más infieles del cuadrante oeste lo cual por otra parte, tampoco quiere decir nada. En cada situación de la vida unos pierden y otros ganan. Eso sí, el que le toca perder –la pareja burlada en este caso-, es quien peor lo pasa.

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