Opinión

Menos y más

Si bien en invierno la inclemencia climatológica, el retorno a la realidad cotidiana, y la necesidad de ceñirse a un horario más estricto por motivos de trabajo confinan al personal a la tiranía de la obligación y el uso casi exclusivo de los espacios cerrados, es en verano cuando los elementos de todo tipo se concatenan para darle vuelo a la cometa de la libertad, el buen vivir el ocio y la manga ancha. Es este un ámbito muy especial que aumenta exponencialmente el peligro de la tentación y lo convierte en poco menos que insoslayable. Es por tanto en el verano donde todo puede pasar para lo bueno y también para lo malo. Y para lo muy malo. Y donde se corre el inmenso peligro de sumarse a la permanente tendencia de avivar los peores aspectos de la imbecilidad humana antesala segura a situaciones más trágicas.

Advierto en muchos de los contenidos habituales de los periódicos un intento apenas perceptible de aconsejar al lector que no trate de hacer el idiota como resulta casi habitual en verano. Se advierte un mensaje casi subliminal y muy solapado por la algarabía de las fiestas y los desmadres, de aconsejar buen juicio, pragmatismo y normalidad dentro de lo posible, una misión dura pero cuya presencia en la sombra dignifica a quien la hace propia y la están propagando aunque sea a cuentagotas, porque no es precisamente una temática que haga amigos. Estamos tan banalizados por los divinos cuerpos de las influencers, las fabulosas denticiones de los líderes sociales, los y las tiktokers en sus mil y pico posturas, el faraduleo en las estaciones más exclusivas del verano, o los famosos al sol asomados a los candeleros de sus despampanantes embarcaciones, que no somos capaces de recuperar la medida, y convencernos a nosotros mismos de que estos sujetos fashion que se retratan chupándose los carrillos para aparentar que sus rostros son más afilados, y que meten barriga en la bañera del yate de lujo para que no se les note alguna maldita lorza no controlada, juegan en otras ligas y que a nosotros nos va a tocar a final de mes retomar el largo camino a casa tirando de las lorzas que no pueden disimularse y sacando brillo a una tarjeta de crédito que hemos dejado exangüe.

Menos barras energéticas y más gazpacho. Menos poses de exhibición y más partidas de mus con los amigotes. Menos impostura y más verdad que es lo que vale.

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