Opinión

Olfato incomparable

Haciendo gala de mi proverbial olfato político me ha tomado por sorpresa la dimisión de Alexis Tsipras. He preguntado a varios de mis amigos de la prensa capitalina que están mucho más que yo en la pomada y me han comunicado que decididamente estoy en fuera de juego. Uno de ellos, toda la vida metido en la sección de información del extranjero en un periódico de gran tirada, poco menos que me ha llamado tarugo con el cariño y la sensibilidad que siempre le ha distinguido. Al parecer la renuncia del premier griego estaba desde hace días en todas las mesas de redacción de la Europa comunitaria y yo sin enterarme. No es ni inusitado ni extraño porque mi habilidad para catar los movimientos de la política es prácticamente inexistente y cuando a algún político amigo mío le pronostiqué una brillante carrera, fue fulminado dramáticamente en cuestión de un mes, se corrió sobre él un espeso manto de silencio y, condenado al ostracismo, no volvió a levantar cabeza.

Ahora ya se puede decir pero he pasado varios años ocultándolo como una lacra vergonzante. A mí el 23-F me pilló en casa de un amigo tocando la guitarra, y no me enteré de aquel marrón oscuro casi negro hasta que me llamaron de mi casa con la preocupación a flor de garganta. “¿Pero no te has enterado, pedazo de besugo? –me dijo una voz amiga- si es que unos guardia civiles han tomado el Congreso de los Diputados, menudo periodista de mierda estas tu hecho”

En todo caso, esperada o no, la dimisión de Tsipras abre un conglomerado de interrogantes que no estoy en condiciones ni siquiera de imaginar. Y a pesar de las preguntas que mi formulan alguna gente de bien que me supone en posesión de información privilegiada como se le supone a todos los periodistas sin sospechar que los hay buenos y los hay malos, confieso que ni siquiera me atrevo a suponer que se presente de nuevo a las elecciones ahora que la mitad de los que eran sus compañeros de viaje han roto con él, han formado un partido político nuevo y le tratan como un apestado. Lo único que sé es que Tsipras ha traicionado todos los principios que les vendió a los griegos, ha convocado un referéndum para hacer todo lo que contrario de lo que clamó el resultado, pero ha hecho lo correcto y lo único que podía hacer. Grecia le debe la vida aunque le llame canalla.

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