Opinión

Pelea de gallos

Pocas cosas hay más complejas en las relaciones que caracterizan al género humano que la convivencia. A sus dificultad intrínseca se añaden elementos aún peores si los obligados a convivir son gallos del mismo corral como está ocurriendo en el diario “El Mundo”, donde su ex director y cofundador, Pedro J. Ramírez, y su director actual y antiguo segundo del primero, Casimiro García Abadillo, han elegido las páginas de su diario para desarrollar una áspera trifulca en la que salen a relucir cuestiones muy propias y personales en las que no estoy convencido de que el lector esté obligado a participar. El primero de ellos ha seguido el camino que casi indefectiblemente nos aguarda a todos los directores de periódicos, a los que una vez cesados, la propiedad les propone bien tomar la indemnización y salir corriendo, bien buscarse un despacho y convertirse en director de cualquier cosa, mantener abiertas en el medio unas secciones habitualmente de opinión, y procurar no dar mucho la tabarra. En mi caso, esta reflexión no lleva implícito reproche alguno, lo acepté de buen grado y siempre procure no inmiscuirme en las tareas de mi sucesor aunque en ocasiones no me faltaran ganas. En el caso de los anteriormente citados, mucho me temo que no han sido capaces de convivir sin lesionarse y sus diferencias personales han acabado aflorando incontenibles con el uso y el abuso del propio periódico para tirarse el uno al otro los muebles a la cabeza.

Si bien las relaciones entre las diferentes secciones de los periódicos distan mucho de ser idílicas, existe en ellos una ley no escrita por la que se procura que quienes trabajan en un mismo medio no lo usen para zaherirse mutuamente y desde mi condición de director de uno, he procurado que esta máxima se respetara aunque no siempre lo he logrado. Se trata de imitar la tradición deportiva que dice que la ropa sucia se lava en el vestuario.

Sin embargo, en este caso, la regla se ha ido a hacer gárgaras en poco tiempo y la guerra entre un despacho del segundo piso y otro del tercero ha estallado en toda su antipática apariencia, con dos pesos pesados desnudándose en el papel y ofreciendo a sus lectores una estampa ingrata, dolorosa, injustificable y probablemente sin concordia. El diario editorializa sobre el conflicto y Pedro J. amenaza con judicializar la bronca.

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