Opinión

Retorno al pasado

Con frecuencia me sorprendo a mi mismo preguntándome si el miedo al fracaso obliga a los guionistas y creadores del universo audiovisual a apostar por el rescate de ideas ya usada en el pasado, que han funcionado bien y que pueden seguir funcionando con solo actualizar la fórmula, o si es que su talento no da para más, argumento que, a la vista de varias de estas producciones recién puestas en circulación especialmente aprovechando la temporada estival, se me antoja el más acertado. Las propuestas de nueva creación no acaban de quedarse y habitar en el ánimo de los espectadores mientras las vetustas, ahora más cargadas de recursos y con mayor despliegue tecnológico obtienen el beneplácito de las gentes, los mayores porque les recuerdan sus tiempos mozos y los más jóvenes porque se han pasado media vida escuchando sus excelencias de los labios de los más viejos. A pesar de esa nota de ternura que habitualmente se esconden tras las recreaciones más veteranas, hay que hacérselo mirar, también les digo y una reflexión al respecto de los talentos televisivos no estaría de sobra.

Últimamente no asisto a otra cosa que a recreaciones de mitos de imagen y sonido antiguos que triunfaron en su tiempo y que, ordenados y dotados de mejores medios pueden acaparar éxitos de público y audiencia mucho mejor que situaciones de estreno donde, las cosas como son, el tedio suele imponerse a la brillantez y la artesanía ejerce por encima del pulso. Lo acabo de percibir con extrema nitidez en el recién inaugurado ciclo del Gran Prix del Verano, aquel espectáculo que conquistó la televisión hace más de veinte años y que ha vuelto a las pantallas de la 1ª de RTVE conducido por Ramón García como antaño, con todos los argumentos que lo hicieron irresistible en los viejos tiempos y exactamente los mismos juegos que entonces salvo el de la vaquilla que entonces era un bicho de verdad y que ahora es un señor disfrazado. Todo lo demás es exacto, los dos pueblos compiten con sus alcaldes como capitanes, con dos padrinos famosos uno en cada bando, Ramontxu en su versión más potente, y dos chicas guapas y divertidas que lo iluminan todo. Total, un 26 % de cuota de pantalla y casi tres millones de espectadores el día del estreno. ¿Se puede pedir más? Pues no. Sospechar que las cosas que funcionaron antaño también funcionan ahora. Y dejarse de zarandajas y originalidades.

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