Opinión

Las tapas y el jamón del sandwich

No es fácil escribir algo sobre la madre de todos los debates que no haya sido ya escrito por aquellos que entienden de eso, aunque sepamos o no sepamos de ciencia política todos los que nos asomamos a las pantallas de A3 Media obtuvimos conclusiones y decidimos quién había salido mejor parado en la pelea y quién fue el derrotado. Los medios y las redes sociales se han inclinado por convertir en ganador a Pablo Iglesias y hacer de Pedro Sánchez el damnificado. Entre las dos rebanadas del bocadillo, esas mismas líneas de análisis otorgan ventaja a Soraya Sáenz de Santamaría sobre un Albert Rivera algo más nervioso que de costumbre. La vicepresidenta jamás perdió el sitio ni cuando el asunto se puso chungo en el capítulo de la corrupción -su momento más delicado- mientras el catalán se hizo fuerte en su visión constitucional de la tierra que le vio nacer en cuyo tema se desarrolla con acierto derivado de sus muchos años bregando en territorio comanche que le han curtido sin duda mucho más que al resto de los candidatos. Iglesias demostró que domina muy bien los tiempos de la pequeña pantalla y, a pesar de tener tentaciones populistas de las que ni puede ni probablemente quiere librarse –su alegato final bordeó el bochorno y a punto estuvo de echar por tierra lo conseguido durante las tres horas de emisión- se apuntó un buen debate que le dará resultados.

Personalmente no creo que Iglesias fuera el ganador de esta pugna a cuatro porque cometió más errores no forzados que nadie y, o bien sus asesores no han acertado a darle las claves buenas o él se ha equivocado al citarlas, lo cuál es igualmente inquietante porque demuestra una falta de rigor que no puede permitirse un futuro inquilino de la Moncloa. Se confundió con Jordi Sevilla y la supuesta empresa para la que trabajaba, y se sacó de la chistera un referéndum andaluz que a todo el mundo le sonó raro. Pero fue claro en algunas de sus apuestas y no hurtó el bulto en temas claves.

Todos coincidimos en la nota a otorgar a Pedro Sánchez y es bien cierto que el líder socialista va de tropiezo en tropiezo y es él y nadie más que él mismo quien se busca estos continuados y dramáticos desastres. No hay manera de que abandone el discurso teórico y sigue empeñado en la vacuidad. Tiene maneras de colegial cabreado y no ha entendido nada. Ni siquiera quiénes son sus enemigos a batir. Y así le va, claro.

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