Opinión

Tiempos de audiencias

Hace muchos años, las familias se congregaban ante la pantalla del televisor para contemplar lo único que era posible contemplar porque hasta cierto tiempo después de que se comenzara a retransmitir la imagen en España, solo hubo una estación que sintonizar y tuvieron que pasar unos cuantos años para que llegara la segunda cadena. En definitiva, todos los televidentes posibles se concentraban en la resolución de un único programa, habitualmente una serie de televisión de patente norteamericana y doblaje puertorriqueño cuyo último y definitivo episodio solía cosechar audiencias francamente bestiales. En aquellos tiempos, el episodio postrero del serial “El Fugitivo” batió todos los registros de audiencia cuando el pobre doctor Kimble lograba poner fin a la angustiosa persecución a la que era sometido como sospechoso de la muerte de su esposa y desenmascaraba al sinistro personaje manco que era el verdadero asesino. En 1967 aquel último episodio batió todo lo trasmitido hasta la fecha y uno era un mierda si no lo había visto, así de claro.

Medio siglo después, los hogares españoles se enfrentan a una oferta tan apabullante que a pesar de que hay más televisores en el país que habitantes –también hay más teléfonos móviles- las audiencias no son tan rotundas. De hecho es raro ponerse de acuerdo sobre qué ver cada noche aunque tanto las cadenas públicas como las privadas han descubierto que la propuesta gastronómica mola y se han dado a los programas de cocina como un borracho se da al anís del mono.

Ayer hubo final de Master chef y como el calor pegaba a pesar de la nocturnidad, las familias sacaron los televisores a las terrazas y se juntaron para ver el desenlace, un fin de fiesta a lo grande en el que cuatro aspirantes peleaban por conseguir el título oficioso de mejor cocinero aficionado de España aunque, a decir verdad, ninguno de los cuatro tenía a mi entender la entidad necesaria para alzarse con semejante reconocimiento. Los programas sobre esta materia están de moda y se turnan en todas las cadenas porque la fórmula responde. Cuando terminan los mayores comienzan los niños, cuando se apagan los aficionados comienzan los profesionales, e incluso se anuncia un show en el que los chefs concursantes viajan sobre ruedas. A lo mejor es excesivo y acabaremos todos abducidos por las perolas pero, por el momento, el asunto marcha.

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