Opinión

Tocar de oído

Tiene mucho personal la insana costumbre de comentar las cosas sin contar con el conocimiento necesario para hacerlo. Los hay que se permiten aborrecer una especialidad culinaria sin haberla probado siquiera, poner a parir una película sin haberla visto o disertar sobre “El Quijote” sin habérselo leído. Les ha bastado con uno de los muchos resúmenes del texto que se encuentran en la red para dar clases sobre culinaria, cine o los que es peor, sobre Cervantes y su obra maestra.

Dice un amigo mío, político con más conchas que un galápago, que los españoles estamos muy contentos con nuestra Constitución simplemente porque no nos la hemos leído, pues si no fuera así nos daríamos cuenta de sus muchísimos agujeros y de la necesidad imperiosa de remozarla eso sí, a gusto de todos y no unos pocos como se desea en las filas del independentismo. En la actividad política es donde el personal toca más de oído y tiende a creerse a pies juntillas todo lo que les cuentan, todo lo que les llega, todo lo que cazan al vuelo y todo lo que suena aunque sean campanas que tocan Dios sabe dónde. Ahora que el Hemiciclo ha conseguido prolongar su desacuerdo encaminando el país hacia unas nuevas elecciones, esta costumbre de prescindir de partitura se percibe muy presente. De habernos leído el texto del acuerdo firmado por PP y Ciudadanos nos habríamos percatado de que, o bien es completamente irrealizable o bien puede llevarse a cabo friendo literalmente a impuestos a los ciudadanos porque no hay otra manera de ponerlo a funcionar que elevando a la estratosfera el techo impositivo. No solo es ésta una moraleja evidente que puede obtenerse de un pacto tan utópico como improvisado, sino que el mismo texto del pacto así lo consigna. Expresa sin ambages ni disimulo el ferviente deseo de subir impuestos a diestro y siniestro. No solo a los que más pueden sino a toda la clase media, la sufrida clase media que año tras año y legislatura tras legislatura parece convertirse en el blanco de todos los desbarres parlamentarios. El acuerdo que podría propiciar un Gobierno y que Sánchez se ha encargado de torpedear ofreciéndose ahora por sorpresa para hacer el suyo ha parecido muy bien a casi todo el mundo pero sospecho que ocurre con él como con la Constitución. Que nadie se lo ha leído. Si lo hubieran hecho, a lo mejor se estaba pensando en otra cosa.

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