Opinión

La visita en conciencia

Acaba de saberse que la portavoz del Ayuntamiento de Madrid, Rita Maestre a la que se juzgará por involucrarse en una invasión de la capilla de la Universidad, ha visitado al arzobispo de Madrid monseñor Osoro para pedirle perdón por los hechos en los que se le acusa de haberse desnudado de cintura para arriba ante el altar profiriendo mientras eso hacía, frases ofensivas contra la religión. Osoro se ha mostrado partidario de pelillos a la mar, ha confortado amablemente a la atribulada colaboradora de la alcaldesa, y ha decidido absolverla de sus pecados.

Maestre se ha podido quedar más conforme y seguramente ha atemperado con ello los gritos de su conciencia, pero la fiscalía no entiende de arrepentimientos y ha dispuesto continuar con la imputación que puede condenar a Rita Maestre a dos años de cárcel. Carlos Osoro es todo bondad pero una cosa es la bondad y otra muy distinta la legislación vigente. Juan Pablo II perdonó al tipo que le pegó un tiro el día de la Virgen de Fátima en la explanada del Vaticano, pero los jueces le condenaron a diecisiete años. Por tanto, una cosa es el perdón divino y otra distinta, el de los hombres.

Con todo y con ello, el conocimiento de esta visita de Rita Maestre al arzobispo de Madrid me ha dejado ciertamente perplejo porque denota una renuncia que no acaba de casar con el supuesto carácter rebelde de una joven anarquista universitaria. Aunque ahora diga lo que quiera, la portavoz del Gobierno madrileño irrumpió con los amiguetes en el templo sabiendo perfectamente lo que hacía y mostrándose fiel a sus ideas revolucionarias. Por eso, se plantó ante el altar mayor y se quitó la camiseta mientras voceaba esas aleluyas en verso de procedencia ácrata que ponen tanto: “Arderéis como en el 36”, “Meteos el rosario en vuestros ovarios” y cosas así. Lo hizo fiel a sus convicciones y por tanto su visita a la residencia arzobispal suena hoy a monumental tragada. Le ha faltado acudir a la entrevista con mantilla española y rezar el rosario en familia junto al comprensivo prelado. 
Galileo Galilei salió murmurando “Eppur si muove” tras renunciar a sus ideas por miedo a acabar en la hoguera. Moralmente aniquilado, lo dejó todo. Con Rita pasa al revés. La Iglesia la entiende y ella claudica sola.

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