Opinión

La mujer, siempre

Por más tiempo que pase y por mucho que nos intentemos convencer de que hemos dado grandes pasos en el tema de la igualdad, la realidad es que las mujeres seguimos siendo las todoterreno de la casa. Por norma general nos levantamos primero, preparamos el desayuno, perseguimos a los niños para que estén listos para ir al cole y les llevamos. Cocinamos, limpiamos, lavamos, planchamos… Trabajamos, fuera y trabajamos dentro y procuramos estar siempre a la altura de todas las circunstancias. Ponemos a los hijos por delante de todo y no dudamos en pedir permiso en el trabajo si se ponen malos en el colegio. Ayudamos con las tareas, les preguntamos la lección, les enseñamos a estudiar, a cepillar los dientes… Les masajeamos cuando llegan doblados del entrenamiento y les hacemos una infusión si les duele el estómago… Y aquí ya no hablo solo de los hijos…

Las mujeres somos las que hacemos todo lo necesario pero, a día de hoy, no se está haciendo lo necesario para que ese ansiado mito de la “conciliación” se convierta en un hecho que nos permita avanzar en un mundo laboral en el que de momento –perdonen los que se sientan ofendidos sin motivo- los hombres son los que dominan a su antojo y si tienen dudas miren el ámbito universitario donde crecen las raíces del nuevo futuro y saquen un listado con los nombres de rectores, vicerrectores o decanos… Insisto, en el ámbito educativo, una de las bases fundamentales de la evolución cultural de las sociedades.

Conseguir conciliar los ámbitos personal-familiar-laboral es un derecho que se avista en el horizonte, pero el camino es pedregoso. De forma muy especial para las mujeres con grandes responsabilidades en el terreno laboral que además de tener que multiplicar esfuerzos para alcanzar una cuota de igualdad, se ven obligadas a tomar decisiones que otrora era impensables. Si lo dudan, pregunten en su entorno a mujeres jóvenes cuantos hijos tienen o quieren tener. La respuesta por norma general es rápida y clara: “uno o ninguno”. 

Es cierto que cada día son más los hombres que sienten en su pecho esta misma responsabilidad e incluso hay algunos casos en los que son ellos los que renuncian para ganar en el ámbito familiar en beneficio de los hijos pero al final la decisión se toma en clave económica y, díganme ustedes, ¿Quién renuncia al trabajo para conciliar, el que tiene mejor salario y condiciones laborales o la que gana menos por el mismo trabajo?

A mí, en particular, me ofendió la escenita patética de Carolina Bescansa sentada en su escaño en el Congreso con su bebé en brazos porque ella tiene guardería a su disposición y encima se puede pagar una cuidadora. Más allá de ese absurdo arranque de tontería nos encontramos con la realidad de millones de mujeres que viven situaciones tremendas en el trabajo por quedar embarazadas y tener hijos. Mujeres que no tienen el sueldazo de Bescansa ni pueden permitirse una cuidadora para su bebé como tiene ella. Mujeres que hacen álgebra para resolver y que se pasan el día corriendo de un lado a otro para hacer todo lo que de ellas se espera incluido el menú del fin de semana con primero, segundo y postre y perdonen el sarcasmo.

Les hablo de renuncias, de frustración, de necesidades humanas y sobre todo de amor. Amor a los hijos que cada vez son menos. Hablo de una Unión Europea en la que solamente unas pocas mujeres alcanzan altos puestos de responsabilidad porque ellas mismas se ven forzadas de forma indirecta a sacrificar sus aspiraciones laborales. 

No ignoremos este grave problema. O se buscan soluciones efectivas o cada año serán menos las parejas que decidan tener hijos y ahí empezará otro grave problema, quizás peor.

Hacen falta más guarderías para que las familias puedan conciliar. Guarderías en grandes empresas, en polígonos industriales, en zonas universitarias. Más guarderías en los barrios y más ayudas económicas que permitan a las familias acceder a este apoyo fundamental si pensamos en mejorar la tasa de natalidad en nuestro país. En todo caso no nos hagamos ilusiones de que la idea de las parejas actuales sea tener muchos hijos. La realidad va por otra senda.

Dicho esto, lo que más falta hace es sensibilidad y responsabilidad con el futuro. Si lo que desean es seguir lamentando la baja tasa de natalidad, tienen el terreno abonado. Si en algún momento la Administración se plantea trabajar seriamente en clave de sostenibilidad, no duden en ponerse las pilas y equiparar salarios, apoyar a las familias, favorecer seriamente que la mujer alcance puestos de responsabilidad en base a su valía y educar a los jóvenes en igualdad dando ejemplo de ello. Seamos objetivos. Sin mujeres no hay futuro. No nos hagan decidir si tener hijos o luchar por conseguir nuestras aspiraciones personales y laborales.

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