Opinión

Los Beatles en América: el asalto a los cielos del rock’n’roll


Tratar de poner de acuerdo a los historiadores de la música popular acerca de cuál sería el hecho histórico, el acontecimiento que marcaría, aunque fuese de forma simbólica el inicio de la historia del rock’n’roll, es una batalla perdida. Hay quienes sostienen que fue la noche de la aparición de Elvis Presley en la televisión estadounidense meneando sus caderas, otros lo señalan en la primera aparición de Chuck Berry haciendo el baile del pato al ritmo de “Johnny B.Goode”, y los hay quienes entre los que me encuentro, lo situaría, eso sí, sin dogmatismo ni ánimo de proclamar una verdad absoluta con Sister Rosetta Thorpe o los primeros blues de Robert Johnson.

Sí existe más acuerdo en señalar que el fenómeno que indudablemente marcó un antes y un después en la historia del rock, por cuanto marcó el comienzo de la expansión de este género musical a niveles de popularidad masiva fue el inicio de lo que se llamó la “British Invasion”, ese curioso fenómeno en el que los grupos de rock’n’roll y rythm’n’ blues ingleses le redescubrieron a los americanos blancos, protestantes y anglosajones lo inmensamente grande que era la música de los descendientes de sus esclavos negros del sur. Ese fenómeno comenzó un 7 de febrero de hace 60 años, concretamente el de 1964, el famoso día de la llegada por primera vez a Estados Unidos de los Beatles.

Los Beatles salieron del aeropuerto de Heathrow en Londres la mañana del 7 de febrero de 1964 despedidos por una multitud de fans que les deseaban lo mejor y que estaban convencidos de que a su llegada a Nueva York América caería rendida a sus pies. Los propios Beatles, por el contrario, no sabían qué esperar e iniciaron el vuelo llenos de dudas. Es cierto que “I Want to Hold Your Hand”, había sido un número 1 de ventas arrasador en las listas americanas, pero habían escuchado suficientes historias sobre otros músicos británicos que no lograron conectarse en Estados Unidos como para preguntarse si su éxito en Inglaterra se trasladaría al otro lado del Atlántico aun a pesar de la popularidad de sus singles.

Las dudas se disiparían pronto. Una multitud estimada de entre tres y cinco mil personas saludó el aterrizaje del vuelo 101 de la Pan Am en el aeropuerto John F. Kennedy de Nueva York a las 13.20 de la tarde hora local de los USA. Los Beatles habían sido avisados durante el vuelo, pero eso no los hizo menos incrédulos ante la escena. “Nos enteramos todavía en el aire”, dijo Paul McCartney en “Anthology”. “Había periodistas en el avión y el piloto les llamó como una media hora antes de aterrizar y dijo: “Díganles a los chicos que hay una gran multitud esperándoles”. En ese momento fue la primera vez que pensamos: “¡Wuau! ¡Dios, realmente lo hemos logrado!”.

“Escuchamos que nuestros discos se estaban vendiendo bien en Estados Unidos”, señaló George Harrison “pero no fue hasta que bajamos del avión cuando entendimos lo que estaba pasando. Ver a miles de chicos allí para recibirnos nos hizo darnos cuenta de lo populares que éramos allí”.

The Beatles, en 1964, durante su gira por Estados Unidos.
The Beatles, en 1964, durante su gira por Estados Unidos.

Los Beatles fueron llevados urgentemente a la estrecha oficina de Pan Am para una atribulada y atropellada conferencia de prensa, ganándose con naturalidad, sencillez y también una inteligente ironía a un grupo de medios de comunicación condescendientes que estaban más preocupados principalmente por su peinado que por sus canciones. “Fue como un sueño, por lo menos esa primera rueda de prensa, luego todo empezó a ir tan deprisa que no sé si fuimos conscientes de que también había gente que quería burlarse de nosotros o aprovecharse del suceso que había supuesto nuestra visita a América”, recordaba George Harrison.

Al final de aquella conferencia de prensa, mientras todos se preparaban para dirigirse a las salidas, Paul se apoderó del micrófono y exclamó: “¡Tenemos un importante mensaje!”. Los reporteros volvieron a abrir sus cuadernos mientras los fotógrafos presionaban para tomar la foto crucial. “Nuestro mensaje es: ¡compren más discos de los Beatles!”. Cuatro meses después, los Rolling Stones en su primera visita a América tuvieron que sufrir las mismas preguntas estúpidas y los comentarios despectivos de los periodistas yanquis que no entendían evidentemente nada de lo que estaba pasando en el mundo.

Desde allí, los condujeron al Hotel Plaza en Manhattan, donde los esperaba otra más de las muchas escenas que dejaron un recuerdo muy profundo en la memoria de los cuatro de Liverpool. “Recuerdo, por ejemplo, el momento en el que me subí a la limusina, encendí la radio y escuché un comentario continuo sobre nosotros, emitiendo en directo cada paso que dábamos por Nueva York como si fuera un partido de fútbol”, añadió McCartney. “La radio decía: “Acaban de salir del aeropuerto y se dirigen a la ciudad de Nueva York... están cruzando el extrarradio de Queens” Fue como un sueño. La fantasía más grande que jamás haya existido”.

Hay una escena en el documental de 1991 de los hermanos Maysles, “The Beatles: The First U.S. Visit’, donde el grupo escucha la 1010 WINS de camino al Plaza, fascinado por el sonido del DJ, pero desconcertado por su afirmación de que el grupo se detendría al día siguiente para recitar sus poesías. “¡Nunca hemos escrito poesía”, bromeó McCartney. Inolvidable, en esa misma escena del trayecto en limusina desde el aeropuerto al hotel, una secuencia que me pareció profética y sumamente esclarecedora sobre la evolución personal de cada uno de los miembros del grupo. Ringo, George y Paul no dejan de pegar sus caras a las ventanillas del coche con los ojos como platos y haciendo comentarios casi infantiles sobre los rascacielos, los escaparates de las tiendas, los decorados de los teatros de la quinta avenida… y John es el único que no participa de esa suerte de alucinación, sino que incluso se queda mirándoles con una media sonrisa de conmiseración, diciendo para sus adentros: “pobres paletos de Liverpool”.

Después de ver las imágenes de ellos mismos en las noticias del telediario nacional de la tarde, fueron al teatro donde se llevaba a cabo la grabación del The Ed Sullivan Show para ensayar. Sin embargo, George Harrison trajo un resfriado de Inglaterra y por orden del médico, aunque luego apareció, no se le permitió hacer el ensayo. En su lugar, el road manager Neil Aspinall se colgó una guitarra y se situó en el lugar de Harrison para poder establecer los ángulos de cámara adecuados para el gran evento de ese domingo. Otro evento que cambió la historia.

Sin siquiera haber tocado una nota, los Beatles habían conquistado América. Y, parafraseando aquella icónica frase de David Dalton, el rock’n’roll pudo haber heredado la tierra.

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