Opinión

Doble filo

Todo lo que manejamos en la vida suele tener un doble filo, incluso pensamientos y acciones. Nunca sabemos si acertamos de pleno, porque si por un lado vaya que sí, por el otro vaya usted a saber. Esto mismo es lo que sucede en los tiempos que vivimos, que pasan en ráfagas sin darnos un respiro para saber qué ocurre, qué nos ocurre, dónde estamos y a dónde vamos. Estamos infinitamente mejor que antes, contamos con más medios para todo, sanidad, comunicación, alimentación, economía…, los trabajos son más fáciles y llevaderos, no requieren un esfuerzo tan sacrificado como antaño. Es un mundo más cómodo, limpio y confortable en lo grande, en lo importante. 

Pero también lo macro asusta y acongoja. Con todo, parece más frío, más impersonal, más frívolo a pesar de todos los movimientos altruistas que se organizan con la voluntad de hacer un mundo mejor. Y esto es precisamente lo que viene a decir que ese mismo mundo está muy necesitado de calidez, de compañía, porque la soledad es una de las cosas más graves que se han generado. Hay que preguntarse por qué en unas condiciones de vida tan óptimas hay tantas depresiones y tanta decepción. Ciertamente hemos avanzado mucho, pero hemos perdido muchas otras cosas. Pequeñas cosas, casi sin importancia que quedaron atrás, y que aprendimos a vivir sin ellas. Pero que en el fondo es posible que se echen de menos porque eran voces, olores, sensaciones de cercanía, realidad, confianza en la puerta de al lado. Detalles nimios que hacían la existencia más amable. 

El conocimiento entre vecinos, sus charlas, la solicitud hacia la persona solitaria y la atención a su situación, voces que cantaban bien o mal pero llenaban el patio de luces de alegría, ajetreo de platos y tarteras, el olor a comida desprendida de las cocinas, las tertulias de café, una sola llave, ilusión de estrenar zapatos o prendas de vestir, las cartas manuscritas de amor, los ascensores acristalados, la sensación de frescura de ropa secada al viento, los juegos infantiles, los serenos, la amenidad de la radio, los actores, semidioses que se apoderaban de nuestras vidas, las manos sujetando un cigarrillo, o los labios exhalando el humo que se escapaba hacia lo alto hasta perderse en el ensueño. Obvio lo malo, que más lejos o más cerca, siempre perdura. Queridos lectores, el mal es algo de todos los tiempos.

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