Opinión

Los milagros del cerebro

El ruido es el más desagradable de los sonidos excepto para quien lo produce. El que grita no lo percibe, los papás y mamás no oyen que sus vástagos chillan desaforadamente, los responsables de establecimientos públicos no se enteran de que en vez de música en ellos, ponen pura estridencia. Sin duda estamos en la era del ruido, la sociedad del estruendo, la eliminación del silencio. Afortunadamente hace tiempo que algunos científicos trabajan sobre el asunto, y alertan del peligro que esto supone para el oído humano e incluso para los animales más alejados de nuestros lares. Recordemos que los grandes mamíferos marinos ya no se pueden comunicar entre ellos porque sus señales se confunden con la barahúnda que les llega del exterior. Hasta ahí se llega. De todos modos el milagro del cerebro del homo sapiens funciona a favor de éste. Por eso selecciona los sonidos más convenientes para su mayor atención. Esta conclusión se debe a los estudios realizados al respecto por el grupo de científicos dirigidos por Richard Mooney, profesor de Neurobiología en la Duke University School of Medicine. Lo cual confirma lo antes dicho: “el ruido es el más desagradable de los sonidos excepto para el que los produce”. Y esto es así porque esa cosa que nos rige, ajusta el volumen para suavizar el ruido que provoca uno mismo y potencia el que viene de fuera. O sea, que la labor cerebral es continua para que el individuo preste más atención a aquello que más le conviene escuchar. Esto se puede comprobar diariamente cuando alguien dice en voz muy alta “hay que trabajar” y nadie oye nada; sin embargo, si se pronuncia, aunque sea por lo bajines: “vamos a comer”, todo el mundo se hace oídos. Bromas aparte, este acomodo de “sintonía” especial que posee el ser humano, puede ser útil para aprender a vocalizar o también música. Pero aunque el cerebro nos proteja en este aspecto, no excluye el problema de la contaminación acústica. El descubrimiento, publicado en The Journal of Neurosciencie, es de suma importancia porque es la primera vez que se puede analizar en profundidad, la interrelación entre el sistema motor y el auditivo. Ahora lo que urge es escuchar no palabras vanas, sino auténticas promesas de futuro. De un futuro que la ciencia puede ofrecer siempre y cuando, como decía Aristóteles, se eduque al mismo tiempo el corazón.

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