Opinión

Por la mañana

Acaban de asentarse las primeras horas de la mañana. Salgo a caminar y no puedo evitar oír las palabras sueltas emitidas por aquellos con los que me cruzo, ecos que quedan en el anonimato. La calle se anima y se llena de esperanzas y de preocupaciones, aunque estas son aliviadas por las tareas cotidianas. Veo a grupos de turistas, mayoritariamente españoles. Van con un guía y presumo su admiración al ver las casas de la plaza mayor, con sus preciosas y elegantes galerías. La escalinata de Santa María Nai…, o las balconadas del Liceo, entre otras fachadas que componen nuestras calles ourensanas, con escudos y señas de identidad en estilos y arquitecturas. 

La Catedral en la que es obligado visitar la capilla del Santo Cristo, habitáculo áureo. En esta ocasión, por estar en obras, no podrán contemplar la Iglesia de Santa de Eufemia con su original exterior cóncavo, síntesis de belleza y arte matemática. Pasarán por la calle del paseo y se mezclarán un tiempo con los viandantes que sacan a sus mascotas a que indaguen el frescor matutino. Las gentes van y vienen con los niños camino del colegio, a su trabajo, a desayunar o a gestionar asuntos varios. La ciudad cobra vida y actividad con rapidez. Hay quien se para a hablar. Alguien pide a la entrada de un templo y un artista urbano en solitario, inunda de música el ambiente. Una pareja camina delante de mí. Es entrada en la madurez y veo cómo se hablan y sonríen. Van del brazo, muy juntos. Me emociona verlos, y pienso cuantas cosas habrán vivido en compañía. Tiempos de salvar obstáculos, diferencias, momentos complicados y horas de alegría. Arrostrando todo lo que la existencia conlleva, que no es fácil. 

Sigo mi camino y las palabras sueltas vuelan a mí alrededor como las palomas. Son frases desenfadas, familiares, de economía o de preocupación. Las cenizas de los incendios ya se han difuminado, pero el drama y la sospecha sobre autorías planean entre la tierra y el cielo. La inquietud domina, pero caminamos cada cual a lo suyo, y la zozobra se difumina en el viento. Los establecimientos ya se han abierto e invitan a entrar. Colores, formas, brillos y novedades inundan los escaparates. La búsqueda de la vida se ha puesto en marcha como una perfecta maquinaria programada que hace visible el sentido de la vida. El sol saluda con los primeros rayos y dora Ourense.

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