Opinión

Cumplido el trámite de la coronación, 
ahora queda lo mas complicado

Decían los griegos, y creo que era incluso simbología propia de la Academia, que el verdadero conocimiento reclama la capacidad de asombro. Pues de ser ese aserto verdadero, en este país nuestro no habitarían sino sabios situados en la cima del saber, porque cada día nos ofrecen motivos para que, como se dice vulgarmente, no salgamos de nuestro asombro. Lo malo, lo peor, incluso lo doloroso, reside en los motivos para semejante sentimiento, que viene provocado, la mas de las veces, por ese impenitente cinismo que se practica en los pasillos, despachos y habitaciones de eso que no me cansaré en llamar el Sistema,

Ese cinismo se nos presentó a pecho descubierto con ocasión del fallecimiento de Suárez. Generaba un sentimiento que prefiero no calificar el contemplar la cantidad de elogios desmedidos, pastosos, ilimitados, que salían de bocas de personas a las que yo había escuchado descalificaciones brutales sobre el expresidente fallecido, tanto cuando ejercía como presidente del Gobierno como cuando se dedicó a intentar volver a serlo y cuando con posterioridad se retiró de la vida política. Tampoco quiero escribir los descalificativos que le aplicaban, para no herir susceptibilidades innecesariamente. Y con ocasión de su fallecimiento aparecieron preñados de ese cinismo incombustible los elogios. ¿Razón? Muy clara: porque la muerte de Adolfo Suárez les venía bien para protegerse a si mismos. Nada más. Hablaban de democracia, de clase política, de renegeracionismo, en fin, de toda es palabrería que conocemos. Y si viene bien se olvida uno de los insultos del ayer y se pone manos a la obra a los elogios del hoy, sin cortarse un pelo.

No tengo la menor duda de que la abdicación de don Juan Carlos les ha cogido de sorpresa. Los burdos intentos de tratar de convencernos de que estaba preparada desde Enero de 2014 solo sirven para volver a asombramos con su capacidad de construirse la historia a su manera. La improvisación ha sido la nota dominante. Ni siquiera tenían Ley de Abdicación. La que han fabricado, con todos mis respetos, es un bodrio, porque, como muy bien dijo un catedrático de Derecho Constitucional, la abdicación es un hecho, y lo que hay que regular son las consecuencias de dicha decisión real, -porque solo al Rey corresponde— y en esto estaban en mantillas. No sabían ni el tratamiento, ni el protocolo con el exrey, ni su titulación, ni su asignación presupuestaria, ni su fuero judicial… Todo deprisa y corriendo. Esto si, de nuevo los elogios hacia el rey en personas que hace nada sotovoce te aseguraban que estaba demoliendo la Monarquía, que no podía ser, que se había puesto el mundo por montera…En fin. Un día más de más de lo mismo.

Don Juan Carlos ha sufrido mucho en sus primeros años. Soy testigo directo. Y su reinado ha sido positivo. Se puede ser republicano o monárquico, pero no se debe ser ciego ni negar evidencias. Ocurrió que a raíz -sobre todo- del triunfo de Aznar y de su pésima relación con el Monarca, D. Juan Carlos pasó a ocupar otro papel y todo el empeño era recortar su autoridad moral ganada con méritos nada discutibles. Cierto es que la Monarquía ha sufrido un desmoronamiento moral en los últimos años y que responsabilidad tiene el Rey en ello, pero no solo D. Juan Carlos y si mi apuran ni siquiera principalmente. Como español estoy muy agradecido al esfuerzo de D. Juan Carlos en ayudarnos transitar desde el régimen anterior a este. Y aunque mi sentir intelectual se ajusta a los postulados de la República, soy ante todo español y no oculto que la Monarquía en esta fase ha prestado un muy bien servicio a España, y por eso, al margen del afecto profundo, mi agradecimiento mas sincero.

Y ahora D. Felipe se encuentra con una papeleta nada sencilla. Desde los medios del Sistema se ha hecho un esfuerzo descomunal en su coronación, básicamente con el ánimo de protegerse a si mismos. No lo tiene fácil. Y lo malo que eso nos afecta a todos. Porque hablamos de la Corona como si fueran cuatro o cinco personas. Es la Jefatura del Estado, de nuestro Estado, y si alguien quiere legítimamente cambiarla debe darse cuenta de que es un movimiento muy serio y profundo, y que debe explicarse con claridad la alternativa y someterla de modo pausado y sin que nadie se apropie de ella al consenso y votación de la sociedad española. Es cierto que una Monarquía no puede ser ciega a un porcentaje alto de españoles que la cuestionan. Hay que saber que eso existe y darle la respuesta adecuada, ¿Es posible una Monarquía del siglo XXI? Pues tendrán que explicarlo y tendremos que descubrirlo. Todo menos la ceguera por la ceguera y la demolición por la demolición. Ya no queremos ser ni ciegos ni máquinas de destruir. Ya sabemos que edificar el futuro de España es muy complicado. Así que sin improvisaciones, ni rabietas, ni recuerdos del pasado. Hablamos de futuro, que no es moco de pavo.

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