Opinión

Buciños. La soledad del esfuerzo creativo

Desde su llegada a Ourense, Buciños, junto con un grupo de jóvenes artistas que serían conocidos como los artistiñas, fue uno de los primeros en comenzar a romper con las premisas, ya agotadas, por las que estaba transcurriendo nuestro arte, proporcionando a las formas vernáculas un lenguaje indudablemente más contemporáneo.


Este grupo emergente, con ansias de innovar y también bullicioso, pronto se hizo un hueco y sus miembros, más a título individual que de grupo, fueron ganándose por distintos derroteros su propio espacio y su propio reconocimiento. Buciños, riguroso en su trabajo, supo compaginar su presencia en estos ambientes con su fecunda labor de taller de la que lleva años recogiendo los frutos del reconocimiento de la sociedad. Los premios se insertan en su currículo con asiduidad -estos días acaba de recoger el X Premio Francisco de Moure por su trayectoria y altruismo- su nombre es noticia con frecuencia, su solidez ha ido creciendo con los años. Todo ello es prueba inequívoca de su talento. Cuando esto sucede, el éxito, a menudo, hace que nos olvidemos del esfuerzo que existe detrás de cada logro, de lo duro que es mantener una carrera creativa y que no solo con entusiasmo se alcanza el éxito, sino que este tiene que venir acompañado de otras virtudes.


Por ello quisiera en esta ocasión individualizar y cruzar el telón, ver lo que se oculta detrás de la noticia, del premio o del éxito y observar la solidez de la obra y el trabajo que los respalda. Para ello es necesario comenzar por llamar la atención sobre lo que denomino la soledad del esfuerzo creativo, cuando el artista, en este caso Buciños, solo, ante la materia busca y medita los medios para explorar una realidad que a veces se escapa a la percepción. Ese silencio incómodo que enfrenta al artista con la materia aún sin definir y en ocasiones con la insatisfacción de lo que persigue, hasta que tras explorar diversas posibilidades llega al momento en que la creatividad fluye. A esto sigue el proceso de esa sabia mezcla que supone el riguroso trabajo y la imaginación, y nace la obra y a través de ella se va labrando el estilo del escultor. Hemos visto como nada es casual, si no resultado de una actitud reflexiva. A partir de ahora es cuando se puede comenzar a hablar de su estilo y de su obra.


Según han transcurrido los años observamos como el escultor se ha ido adentrando en la búsqueda de nuevas opciones tendentes a alcanzar una escultura renovada, que le ha permitido mostrar su visión de la contemporaneidad, sin que ello le haya supuesto dejar de ser fiel a la estética que lo ha hecho inconfundible y que le ha permitido acceder a nuevos planteamientos formales y a que cada obra avanzase un poco más sobre la anterior.


No obstante, si hubiese que buscar un punto de inflexión en su obra, sería en los últimos años, en los que tras un proceso de maduración, ha hecho una particular síntesis de su propia trayectoria, sin descuidar la forma y mostrando siempre cierta versatilidad, pero renunciando a los movimientos y oquedades acentuadas y transmitiendo más serenidad a las figuras, tal y como se puede apreciar en sus esculturas más recientes.


A estas alturas no cabe duda que, por su extraordinaria actividad, Buciños es uno de nuestros escultores más requerido. Su estrategia de seducción se basa en un enfoque refrescante y lleno de lucidez de nuestra escultura, a lo que suma un lenguaje preciso y una austera propuesta visual. La importancia de su discurso formal radica, con la ductilidad de la que hace gala, en ser capaz de modular lenguajes que agradan al espectador.


En nuestro reconocimiento no debemos de olvidar que Buciños le cabe el honor de encontrarse entre los escultores que sentaron, en la década de los setenta, las bases para que pudiese comenzar a hablarse de una nueva escultura pública en Galicia.


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