Opinión

La ola enjaulada

Allá por el verano de 1975 escribía el colosal Julio Cortázar: “¡una ola enjaulada! ¡Una ola enjaulada! Está ahí, vaya a verla, es una ola de veras y cristalina y espumosa, se levanta de su prisión circular como una pantera verde y se estrella en sí misma antes de renacer, fénix de agua, microcosmos del mar”. 

Qué estupenda metáfora la de una ola enjaulada para reflexionar lo que seguimos soportando todavía cuando nos encaminamos hacia el segundo aniversario de esta pandemia, contando una tras otra las sucesivas oleadas. Algunos pacientes me preguntan en la consulta: doctor, ¿cuándo se acabará todo esto? Y me toca encogerme de hombros, pues cada vez entran en juego más factores que determinan, como en las olas de verdad, que ninguna de ellas alcance la orilla de manera uniforme, dependiendo de la geografía de la orilla, la presencia de rocas y algas en el fondo, la profundidad del mar y la fuerza de los vientos marinos, que soplan y se atenúan hasta convertirse en brisa. 

Algo semejante está ocurriendo con evolución de la Covid-19. La quinta ola trajo consigo un rápido incremento de los casos. Tras ese veloz ascenso, la curva ha ido descendiendo progresivamente, imitando el comportamiento de las olas anteriores. Apenas unas semanas después, en España volvemos a computar los muertos por decenas, y el peligro se cierne nuevamente sobre las personas mayores y los pacientes más frágiles e inmunodeprimidos. 

Las vacunas van perdiendo poco a poco su efectividad, porque los anticuerpos inducidos en estos colectivos descienden progresivamente. Las nuevas variantes del coronavirus, como la delta, están jugando asimismo su papel, cuestión de biología y pura supervivencia. La relajación de las restricciones han contribuido a la dispersión de la infección, sobre todo entre los más jóvenes, los que más interaccionan socialmente, y también los menos afectados. Hablamos de una onda en general, cuando el propio Instituto Carlos III informa de hasta 7 olas de mortalidad diferentes según las Comunidades Autónomas (CCAA). 

El Sistema de Monitorización de la Mortalidad Diaria (MoMo) contabiliza hasta 6 picos de fallecimientos por Covid-19 desde el principio de esta crisis sanitaria. El análisis de estos datos indica que Asturias padeció 3 etapas críticas, La Rioja y Baleares 2 y Cantabria, Canarias, Ceuta y Galicia solamente un periodo de incidencia elevada de defunciones.

La mortandad ocasionada por la Covid-19 no ha sido uniforme en España, si bien todas las CCAA compartieron lo peor al principio de la pandemia, con un incremento de muertes ahora tristemente recordado. Para estos expertos sanitarios, en Castilla y León y Castilla–La Mancha estos meses estivales están resultando especialmente negros, con el exceso se mortalidad concentrándose en los mayores de 74 años. Diferentes olas enjauladas, un único océano proceloso.

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