Opinión

La vocación

Rválidas, PREU, COU, EBAU… Desde hace años el baile de siglas no impide, mientras la primavera intenta darle paso al verano, que la incertidumbre del futuro se apodere de los jóvenes que abandonan colegios e institutos para continuar, siempre que sus calificaciones se lo permitan, sus estudios en ámbitos superiores. Porque las notas académicas le echan un pulso a la vocación. Obviando el sentido religioso de esta palabra, una segunda definición nos conduce hacia la inclinación o interés que una persona siente para dedicarse a una forma de vida o a un trabajo determinado. No se tiene vocación de futbolista, sino habilidades para serlo. Tampoco es sencillo decidir a esas edades qué quiere uno ser el resto de su vida. Ya lo hemos comentado en ocasiones anteriores respecto a la vocación médica. La tenacidad y el esfuerzo de una vida académica repleta de excelentes resultados, junto a una relevante evaluación previa al acceso a la universidad, determinarán qué aspirantes podrán o no cumplir el objetivo de estudiar Medicina. Por delante les esperan 6 ilusionantes años de formación multidisciplinar para conocer cómo funcionamos, cómo nos enfermamos y cómo nos curamos, si así fuera posible. 

Conseguida la ansiada graduación, en España es obligatorio aprobar el MIR para poder ejercer como médico especialista. Generalmente, el camino puede prolongarse unos 10 años, desde el primer curso en la facultad hasta la obtención del titulo de especialista. Y luego, siempre y cuando el médico no se dedique al ejercicio privado de su profesión, tocará seguir luchando para conseguir una plaza en nuestro sistema sanitario público. ¿Podemos elegir entre “The Long and Winding Road” de The Beatles o “Road to Nowhere” de The Talking Heads?. Dejando a un lado las disquisiciones musicales, la vocación resulta indispensable para que la nave profesional llegue a buen puerto, hablemos de médicos, farmacéuticos, abogados, químicos, ingenieros, geólogos, historiadores, artistas, maestros y profesores de Latín, por poner unos ejemplos. Sostiene Aloysius que siempre se quedarán por el camino excelentes médicos que no conseguirán estudiar en las facultades y médicos desencantados con el título colgado en la pared de su despacho. Algunos aspirantes a médicos especialistas en Medicina Familiar y Comunitaria abandonan por el futuro incierto de su profesión, la conflictividad de la misma y el hastío que perciben en sus colegas más veteranos. Durante las múltiples manifestaciones que se extendieron por nuestro país, protagonizadas por médicos de familia demandando más recursos para la atención primaria de la salud, algunos compañeros afirmaron amar su profesión y odiar su trabajo.  La esperanza y la vocación constituyen el mayor antídoto para el desgaste y pesimismo. 

Estos días he recibido la visita de las graduadas en medicina que estos años pasados realizaron prácticas en mi consulta. Las he felicitado sinceramente por sus éxitos y las he animado para que mantengan viva la llama de su vocación. Son perfectas conocedoras de los obstáculos que todavía deberán superar. Porque tanto o más importante es la transmisión de habilidades y conocimientos como conservar la pasión por lo que cada uno desea ser realmente en la vida.

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